viernes, 31 de agosto de 2012

LAS NOCHES MÁS OSCURAS DE MARRAKECH VII


PREMISA: Estuve en Marrakech siete días en agosto del 2011. A cada día corresponde una camiseta de un Cuerpo de Linternas en acorde a la primera emoción que sentía por la mañana. Luego emprendí en rutas turísticas determinadas intentando conservar y explotar la emoción que tocaba. Enfatizo que ninguna de las camisetas fue preseleccionada. Lo que sentía ese día, vestía.  Eran meras pautas para condicionar mi dialéctica e interacción con la gente de una manera u otra. A nivel personal, era una búsqueda por encontrar mi emoción en el Espectro Emocional. Tenía seis camisetas y vestí la emoción ganadora en mi retorno el séptimo día. Ah… y otra cosa… como el mismo nombre implica, mis noches fueron demasiado oscuras para ser contadas. Con lo cual, la narración será de la aurora al crepúsculo. Lo que hice por las noches, me lo llevo a la tumba... 


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La historia hasta ahora:

Lunes: Aprendí a inspirar un gran miedo. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Martes: Encontré el cadáver del Superhombre. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Miércoles: Mi avaricia me condujo a la perdición. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Jueves: Mi venganza contra Marrakech. Haz click aquí para leer la entrada completa. 

Viernes: Descubro el secreto de la voluntad. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Sábado: La muerte de mi muerte. Haz click aquí para leer la entrada completa.





DOMINGO: EL COLOR INEXISTENTE

Pensaba que viviría menos… pero el hecho es que soy un fracasado en todo el Espectro Emocional. Es curioso lo peligrosas que pueden ser las emociones. Más que un ejercicio periodístico, me pareció un experimento de interpretación psicótico. Mortal inclusive. Los actores que me hayan seguido hasta el séptimo día lo entenderían. Respecto a esta serie de anacrónicas, enfaticé que vestiría el color ganador en mi regreso a Madrid. No sé cuál elegir. En un momento pienso que es la ira de los Red Lanterns. Donde verdaderamente había triunfado. Pero incluso el árabe que me vendió el perfume salió beneficiado. Aunque haya negociado el precio que quería, estoy seguro que me timó de alguna manera y lo que compraba era en realidad más barato. Siempre que haya un beneficiado en la parte vengada, no hay una venganza puramente. Si a eso agrego la cantidad de veces que ellos me estafaron a mí, la balanza no estaría en mi favor. En lo que el resto de colores respecta, creo que mis experiencias hablan por sí solas.


Pero hay un dato que me hace reflexionar cuando hago mi maleta. Se trata de una séptima camiseta que estaba infiltrada entre las otras. Antes de salir para Marrakech, había lavado todas las que pensaba llevarme. Metí una por error o algún designio simbólico del subconsciente. Quizá mi mente divagaba en aquel entonces y la doblé junto a las demás. Es una sorpresa para mí encontrarla ahí. Y no darme cuenta hasta ese preciso momento que la tengo. No obstante, todo tiene su razón de ser. Una camiseta gris. Sin un símbolo o imagen impresa para designar algo en particular. Puede que el lector no comprenda este simbolismo. Ni siquiera los fans, frikis o seguidores del comic. Más que todo por su ausencia patente del Universo Green Lantern que he descrito en la introducción. Sin embargo, el color gris ya estaba presente en mi imaginación.

En realidad fue una idea que le mandé a DC comics en una época. Los Grey Lantern Corps o Cuerpo de Linternas Grises. Daba origen por un anillo negro que siguió a Superman Bizarro a su mundo Htrae. El anillo sufre un corto circuito y se vuelve gris. Bizarro se transforma en la primera Linterna de esta tonalidad. El anillo le sugiere que busque todos los colores de las kriptonitas para crear una batería de poder estilo Torre de Pisa. El color ausente del espectro es, por tanto, la locura. Los anillos que trasforman a todos en Bizarros  y el Joker que busca hacerse con todo el poder tras ser poseído por la Entidad. DC nunca me respondió. La Warner tampoco. Y lo mandé varias veces. Estilo Bukowski. Hasta ese momento, todo me había parecido en vano. Pero después de mi experiencia en Marruecos, se trata de la camiseta que realmente me representa. LA LOCURA.   

En otras palabras, mi color. Ergo la versión híbrida de la natural-generativa. La anacrónica gris. Y yo, Cronos Carpio, estoy completamente loco. Durante mucho tiempo cuestionaba mi comportamiento. Me decía a mí mismo, “Perdiste la mente, Carpio”. Me reconforta. Quizá porque sé que aquel que reconoce su locura, no puede estar loco. Algo que pensaba hasta el séptimo día en Marrakech. Mas luego recuerdo la analogía que hace Platón sobre la razón y las pasiones. Y cómo las segundas son caballos que debe conducir la primera. Coincido con esta filosofía. Aunque yo soy un caso especial. Mis pasiones cabalgan a toda velocidad y no pueden ser controladas. El conductor de mis corceles sigue siendo una figura racional. Pero no puede hacer nada para frenar la pasión de los caballos que aceleran el fuego inextinguible de su espíritu hacia horizontes de perpetuo frenesí.  

Desde el punto de vista de Bizarro, mi vida es todo lo contrario de lo que debería ser. Como si todos mis instintos estuviesen programados en mi contra. Viviendo al revés. Y poniéndome gafas morales para ver el mundo igual que los demás. En un episodio de Seinfeld, el personaje de George intenta vencer este paradigma haciendo lo contrario de cada instinto que tiene. A él le funcionó bien. En lo que mi destino respecta, da igual lo que haga. Lo tengo muy claro ahora. La ficción. Desde niño me imaginaba mundos y vivía en ellos. Hasta la fecha, sigo viviendo en mundos que considero más reales que la realidad. Pero siguen siendo imaginarios. Es la definición de la locura… quizá ya va siendo tiempo que compre una cámara de fotos y actúe como un turista… “normal”.



Por cierto, ya que estamos en mi Mundo Insano, tengo que señalar que todas mis reflexiones anteriores sucedieron mientras hacía mi maleta (donde nos quedamos en la realidad)… eh… luego vestí la camiseta gris con la chilaba blanca encima, salí del hotel, pillé un taxi al Aeropuerto de Marrakech (espero que regateando), me subí al avión, contemplé el desierto por la ventana, aterricé en el Aeropuerto de Madrid, me metí en el metro y llegué a mi piso en Malasaña. Al menos… eso es lo que espero que haya pasado…

Volviendo al mundo realidad en el instante de aquel entonces… mi piso… me encuentro con mi amigo italiano, Marco. Le cuento toda mi historia en un párrafo (estoy loco pero sigo siendo un periodista). Me invita a Lavapiés donde había quedado con un amigo en común, Jorge. Pienso que la historia ha terminado ya. Y la borrachera que pillamos en las próximas horas dan poco que contar. Básicamente porque no  recuerdo nada. Pero antes de perder la conciencia, encuentro un último simbolismo cuando llego al barrio donde presentemente estoy viviendo. Casualmente un marroquí en la calle que nos habla y y no hace más que quejarse del Ramadán. No le pongo mucha atención a su historia. Salvo el final. Cuando saca la lengua y dice:

-¡Mira, tío!

Está completamente blanca. Supongo que por ayunar. Pero no me atrevo a preguntarle. En ese instante me percato que me hace falta un color. El Día Más Brillante. Mi razón de ser dentro de mi locura. La lengua. ESCRIBIR. Y esa es la moraleja final de todo mi viaje. Un lunático cuya única comodidad se encuentra en la irrealidad de la realidad a la que formo parte. Sublimado moralmente en la escritura. Y el mejor regalo que le puedo dejar al lector, es que se imagine mis noches más oscuras según esta premisa.



sábado, 18 de agosto de 2012

LAS NOCHES MÁS OSCURAS DE MARRAKECH VI

PREMISA: Estuve en Marrakech siete días en agosto del 2011. A cada día corresponde una camiseta de un Cuerpo de Linternas en acorde a la primera emoción que sentía por la mañana. Luego emprendí en rutas turísticas determinadas intentando conservar y explotar la emoción que tocaba. Enfatizo que ninguna de las camisetas fue preseleccionada. Lo que sentía ese día, vestía.  Eran meras pautas para condicionar mi dialéctica e interacción con la gente de una manera u otra. A nivel personal, era una búsqueda por encontrar mi emoción en el Espectro Emocional. Tenía seis camisetas y vestí la emoción ganadora en mi retorno el séptimo día. Ah… y otra cosa… como el mismo nombre implica, mis noches fueron demasiado oscuras para ser contadas. Con lo cual, la narración será de la aurora al crepúsculo. Lo que hice por las noches, me lo llevo a la tumba... 


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La historia hasta ahora:

Lunes: Aprendí a inspirar un gran miedo. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Martes: Encontré el cadáver del Superhombre. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Miércoles: Mi avaricia me condujo a la perdición. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Jueves: Mi venganza contra Marrakech. Haz click aquí para leer la entrada completa. 

Viernes: Descubro el secreto de la voluntad. Haz click aquí para leer la entrada completa.




SÁBADO: LA PARTE NEGRA DE LA NOCHE

Informe del Estado del Anillo. Linterna Verde del Sector 2814 fallecido. Iniciando escáner del sector para encontrar reemplazo.

Estoy muerto ya. Mi poca vitalidad se esfumó anoche por no haberlo hecho… incluso ahora deseo abrazar la muerte y morir otra vez. La vida es la verdadera cobardía. Buscar un trabajo, una pareja y una casa para toda la vida. Esa seguridad idealizada. El conformismo y la comodidad. Cuánto la aborrezco. ¿Qué es un valiente entonces? ¿Alguien que desea morir? Aristóteles llamaría a este tipo un osado. Estoy parcialmente de acuerdo. El valiente se enfrenta a la muerte. El osado la desea. Todo este tiempo me consideraba valiente. Pero soy un osado en realidad. ¿Habré venido a Marruecos buscando que alguien me matara? Quizá tuve que haber elegido Afganistán o Iraq. Pero quería seguir pareciendo valiente. El hecho es que sólo quiero morir dentro de una de mis historias. ¿En qué discrepo con Aristóteles? Que el valiente no puede llegar tan lejos como el osado. Simplemente porque el primero tiene límites y el segundo no. Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que tomé mi medicación.

Estoy vestido. Mi pantaloneta vaquera habitual, mis sandalias desgastadas y mi camiseta de Linterna Negra. Hice todo esto mientras pienso en lo anterior. Sin percatarme siquiera. Acabo de vivir sin estar viviendo. ¡Y qué cosa más hermosa es no estar vivo! Ausencia de Conciencia, Significado Ulterior, Retorno al Espacio Vacío… nada lo supera. Como borrar un gran problema matemático de la pizarra. Uno que no tiene solución. Si eso es la vida, eliminarla es el único sentido. La Muerte Absoluta. Volver al principio con la esperanza de un renacer fresco. Mucho mejor si no hay principio. El Apocalipsis del ser en el exordio de la inexistencia. Conservar todo en el subconsciente del Universo. Con tal que nunca existan realidades perniciosas. Sólo sueños sublimes que se transforman una y otra vez. He gastado todas las emociones del espectro... como si una gran sombra me eclipsara de la vida...



Estoy sentado en el Café Solaris con un desayuno marroquí delante. Una combinación de café, zumo de naranja, mekhat y crépes con miel y mantequilla. No recuerdo cómo llegué ahí. Me llama la atención una mosca que se posa sobre mi mano. Las moscas marroquíes tienen una cualidad particular. No se desprenden del cuerpo por mucho que uno las sacuda. A la misma vez, es imposible matar una. Normalmente estaba convulsionando constantemente para espantarlas. Pero hoy, no me importa. Hasta procuro quedarme inmóvil para no espantarla. Decido volverla mi mascota. La llamo William. Dicen que el perro es el más fiel de los animales. No estoy de acuerdo. Puesto que las moscas te siguen hasta en la muerte. Pronto llega otra. Vuela de mi frente a mi otro brazo. También se posa en mi mano. Dado que es más pequeña, la nombro Willy. Dos moscas en cada mano. William Hand. Empiezo a comerme mi desayuno con tranquilidad. Intento darle de comer a mis moscas  pero no se muestran interesadas. Por lo visto les basta mi cadáver. Las dejo en libertad al poco tiempo. Como los gatos, sé que volverán cuando tengan hambre.

Vuelvo al hotel con la mente en blanco. Funciono a un nivel mecánico. Pero ni siquiera puedo ordenar mis pensamientos. Se funden en mi conciencia como el metal en el fuego. Arrastro los pies por el dolor. Toso como tuberculoso por la cantidad de cigarros que he fumado a diario. A menudo me dicen que mi forma de fumar no es humana. Una vez me fumé cinco paquetes en transcurso de un día. Con alcohol claramente. Y sólo me enteraba cuando se me acababa uno entero. Eso implica que había momentos que el cigarro formaba parte de mí. Una extensión más de mi cuerpo. Me enciendo uno para conmemorarlo. Pese a todo lo anterior, me siento energético y fuerte. También me percato que tengo una botella de agua en la otra mano. Me la dio el camarero al principio de mi desayuno. Una botella llena y sin abrir que se dejó otro cliente. No recuerdo cuándo la pillé. En un principio, pienso que es un simbolismo que realmente deseo vivir. El agua siempre fue una representación de la vida para mí. Pero al combinarlo con el cigarro, la semiología cambia. En otras palabras, no era más que un muerto viviente. Uno de muchos que recién se ALZABA...




En el hotel me acomete una pereza depresiva. No tengo interés o motivación por hacer nada. No obstante, por mis vacaciones y la anacrónica, me propongo dos objetivos: Estar en la piscina un rato y visitar el cementerio musulmán de Bab Ghmat en la Medina. En lo que primero respecta, me encuentro con unas inglesas jóvenes y guapas en la piscina. Llevo mi cuaderno y mi bolígrafo negro. Olvidé mi toalla. Me entero luego por una gallega gorda de la piscina que es prohibido bajarlas. De hecho me entero de todo por esa maruja que no creo que salió del hotel en ningún momento y sólo se empeñaba en hablar mal del personal. Que asco me da.

En la piscina, las inglesas pasan completamente de mí. No me atrevo a decirles nada. Ni tengo la motivación. Me siento muerto por dentro. Y no me importa. Hasta que me encuentro con otro superhombre nietzscheano. Un niño inglés que no las conoce y viene con otra familia sentada en las sillas contrarias. Lleva una piruleta con forma de león. Ayer fue el simbolismo del camello. Va a hablarles sin pensárselo siquiera. Mientras que yo ni siquiera les digo, “Hola”. Están maravilladas con él. Pero no es lo que me molesta. Sino la realización que el superhombre que murió el martes, era yo. Y culmina hoy. La noche más oscura de todas... como Black Lantern.

Posterior a mi anagnórisis, aparece un presagio más oscuro. Mientras estaba en la piscina, la tinta del bolígrafo se sobrecalentó bajo el sol desértico. Empieza a escurrirse cuando decido retomar mis escritos. Mis manos y la silla de playa donde me recuesto se maculan en el líquido negro. Con mucha discreción, voy al lavabo anexo a la piscina. Logro quitarme la capa fresca, dejando un residuo sombrío detrás. Borro la tinta que mancha mi silla blanca con el agua que sobra de mis manos. Mucho más fácil dada su composición plástica. Nadie se había enterado. Pero dentro de toda mi humillación clandestina, no dejo de pensar en las contradicciones de la vida. Busco los simbolismos y a veces me buscan a mí. Por mucho que quiero disfrutar de mis vacaciones, vuelvo a la historia… como Mano Negra.



Subo a mi habitación para frotar las manchas más difíciles con jabón.  Llevo casi seis meses con depresión severa. Diagnosticada por psiquiatras y medicada con antidepresivos. No sé si fue culpa de ella o de Él. A ella no le importaba. Pero Él me estaba esperando.  Sólo hasta ahora me percato que estoy viviendo mis últimos días. He perdido todo mi instinto vital. Lo notaba antes de venir cuando la gente me decía frases como, “Dentro de un año”, “El resto de tu vida” y “Cuando seas un abuelo”. Ya no puedo imaginarme en esas situaciones. Con un futuro; para aclarar. Como si no tengo opción en la materia. Me está llamando… ¡y no puedo borrarme la tinta de las manos!

Salgo alrededor de las cuatro y media vistiendo sólo la chilaba. Meto la camiseta de la Noche Más Oscura en mi mochila. Ahora me voy de vacaciones de verdad. En camino a la Medina, me detiene un marroquí. Está frente a un hotel. Dice que trabaja ahí. Y libraba justo en ese momento. No le creo. Sobre todo cuando me dice que se va a casa a fumar hachís. Rechazo la oferta. Pero hay algo en él que me deja pensando mientras avanzo. No me suelta la mano. Algo habitual a estas alturas de la historia. Lamento luego no haberlo acompañado. No tanto por la aventura simbólica sino por la implicación mortal que supone. Y se resume en que no dejó ir mi Mano Negra y me ha confundido con un inglés. ¿Un superhombre zombi? Hubiera muerto. Lo sé como si se tratara de un mensaje divino. Y no aproveché la oportunidad.  Como en el amor, hay veces que la muerte me tira los trastos descaradamente y ni siquiera me entero.

Entro a la Plaza 16 de noviembre. Veo el KFC y se me antoja el pollo. Pero siento una necesidad mayor de hambruna por llegar al Cementerio. Decido ayunar. Mi Necro-ramadán. Apenas entrando en la Medina, saco la camiseta  de Black Lantern y me la enrollo en la cabeza como turbante. Paso la Koutubia y cruzo a la izquierda por la entrada de los caballos. Me adentro en la Plaza Jamaa el Fna y vuelvo a cruzar a la derecha. Retomo el camino que he hice el miércoles hasta perderme. Sólo así encontraría el camino indicado.

No hay turistas. Callejeaba con indiferencia. Nuevamente me encuentro con el aspecto gremial de la Edad Media. Paso por calles de carpinteros y chatarra de todo tipo. De tanta vuelta, acabo en los zocos sin querer. Una sección donde se mezclaban especias, telas y alfombras. Quizá lo que más llama mi atención es encontrar a un dentista en medio de todo aquello. Sólo hay una silla vacía en su clínica. Aunque lo veo de pasada, percibo su mirada diabólica mezclada con la cortesía árabe y unos alicates diciéndome,

-¿Te apetece una extracción?

Decido perderme otra vez. Es la mejor manera de encontrar la sabiduría… o la muerte. A lo mejor son la misma cosa. Busco atajos para el Final. Mi peregrinación al más allá tiene que surgir en las fronteras del turismo. Nuevamente los gremios medievales. Calles especializadas en una labor concreta. Antigüedades y zocos menos populares. Nunca veo turistas en estas partes. Los marroquíes tampoco se empeñan en estafarme con alguna venta esporádica como en Jamaa el Fna. Conozco la verdadera venta ambulante de Marrakech. 

En todo el trayecto mencionado, emergían motos de todas partes. Incluyendo los zocos donde a penas había sitio para caminar. Se tiene que estar pendiente de ellas en todo momento. Cualquier idea me entraba a la cabeza, “¿Me atropellarán, me atracarán, me meterán un cuchillo por la espalda?" Después de todo, estoy tomando un riesgo muy grande. Pues busco el cementerio musulmán. Algo a lo que un “cristiano” como yo no tengo acceso. Percibo la negatividad de los marroquíes cuando les pregunto. Me lo indican con amabilidad. Pero sus expresiones los delatan. Como si estoy mofándome de su cultura. Un paso más arriba que comer frente a ellos cuando ayunaban. Y, en el siguiente lugar donde llego, me da la sensación que no voy a salir de ahí con vida.




Consiste de una salida de la muralla al este. El último lugar donde pido direcciones. Parece la terminal de autobuses de mi país al estilo Marrakech. Miles de motos y taxis circulan caóticamente. La venta ambulante se extiende en varias direcciones sin ningún atractivo particular. Me pierdo en este laberinto y transito la zona varias veces sin pedir direcciones. En vísperas de rendirme, lo encuentro. Una puerta poco visible a la par de la entrada. A respectivo lado, hay una mujer musulmana con un bebé y un viejo con la mirada perdida. La vida y la muerte. Decido acceder. Pero la vida me advierte negando con su dedo índice. El fracaso de la expedición me deja con la paradoja, “¿Me rechaza la muerte o estoy muerto ya?"

.............................................................CONEXIÓN CORTADA.........................................................

Vuelvo en taxi a Jamaa el Fna. También hay un cementerio judío, pero me basta el simbolismo anterior. Regateo hasta los diez dírhams. Le dejo claro que no soy un turista y que sé que la Plaza está cerca. No discute conmigo. Y me percato que es porque tiene hambre. Me pregunta si he hecho el Ramadán. Me halaga que me considere uno de los suyos. Pero nuevamente me plantea la incógnita si estoy vivo o muerto.

El sol se está poniendo. Y ya los puestos nocturnos de comida reemplazan la venta ambulante matutina. Busco el número 31 por consejo de un colega del trabajo. Pero los representantes de relaciones públicas del resto de puestos eran tan pesados, que acabo cediendo. Uno que utiliza expresiones atractivas inglesas como “Bloody Marvelous” y “Whisky make you Frisky?” Ni me fijo en el número. Y empiezo a comer. Una fritanga de mariscos mezclada con pinchos morunos. Mi vida empieza a pasar en frente de mis ojos:


Mi miedo a ser real invertido en un yo ficcionado. Todos mis amores perdidos. Levantarme con la esperanza que todo va a estar bien. Intentar conservar mi bondad pese a la vocación malvada del mundo. Conseguir lo que justamente me pertenece. Y deshacerme de aquellos que intentaron usurpármelo. No mirar atrás y luchar contra la adversidad. ¿Mi vida?    

Termino de comer, pago y me voy. Ya no puedo más. Necesito saberlo. La última parte de mi historia que determina el valor de lo anterior. Me acerco a una de las adivinas de la Plaza que sigue ahí. Tapada, vestida de negro y revelándome sólo sus ojos. Le saco diez dírhams y le pregunto ante el ocaso:

-¿CUÁNDO VOY A MORIR?

sábado, 11 de agosto de 2012

LAS NOCHES MÁS OSCURAS DE MARRAKECH V

PREMISA: Estuve en Marrakech siete días en agosto del 2011. A cada día corresponde una camiseta de un Cuerpo de Linternas en acorde a la primera emoción que sentía por la mañana. Luego emprendí en rutas turísticas determinadas intentando conservar y explotar la emoción que tocaba. Enfatizo que ninguna de las camisetas fue preseleccionada. Lo que sentía ese día, vestía.  Eran meras pautas para condicionar mi dialéctica e interacción con la gente de una manera u otra. A nivel personal, era una búsqueda por encontrar mi emoción en el Espectro Emocional. Tenía seis camisetas y vestí la emoción ganadora en mi retorno el séptimo día. Ah… y otra cosa… como el mismo nombre implica, mis noches fueron demasiado oscuras para ser contadas. Con lo cual, la narración será de la aurora al crepúsculo. Lo que hice por las noches, me lo llevo a la tumba... 


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La historia hasta ahora:

Lunes: Aprendí a inspirar un gran miedo. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Martes: Encontré el cadáver del Superhombre. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Miércoles: Mi avaricia me condujo a la perdición. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Jueves: Mi venganza contra Marrakech. Haz click aquí para leer la entrada completa. 




VIERNES: DESCARGANDO LA VIDA

Me levanto con mucha vitalidad. Con la sensación de conquistarlo todo. Incluso habiendo dormido poco… anoche conquisté mi mayor miedo. Después de eso, ya no hay limitaciones para mi potencial. Mis quemaduras y el dolor de mis pies persisten. Pero mi voluntad puede motivarme para caminar alrededor del mundo. En llamas incluso. Ya no se trata del miedo a ser estafado por los taxistas. Veo caminar como la disposición de los aventureros. Los héroes. Aquellos que mueren con cicatrices y descubren cosas nuevas a cada paso. EL GREEN LANTERN CORPS. Y la principal ley de la aventura: mientras menos recursos tienes, más cosas te suceden. Es una cosa que lamentaba de estar en un hotel en lugar de un hostal. Aunque estar acomodado no tiene nada de malo si te vas de vacaciones. Antes de salir, visto mi camiseta verde y recargo mi anillo:

In Brightest Day
In Blackest Night
No evil shall escape my sight
Let those who worship evil’s might
Beware my power
Green Lantern’s Light!

En mi primera salida, no pasa nada relacionado a la voluntad o el vitalismo. Pero me da una idea de lo que quiero hacer ese día. Una de muchas fantasías que tenía cuando era niño. Después de todo, ¿qué es la voluntad sino todos los deseos que teníamos cuando éramos pequeños y no llegamos a materializar? Y las construcciones mentales de mi anillo sólo me piden una cosa para Marrakech. Montar en camello por las dunas.

Creo que todo el mundo piensa en dunas cuando se menciona el desierto. Admito ser uno de ellos. Pero es algo muy lejos de la realidad. El desierto suele ser tierra, roca y cacto. Aunque hay un sitio en Marrakech donde hay dunas y camellos. Lo que se denomina “Le Circuit de la Palmeraie” o el Circuito del Palmeral. Mientras que una gran parte del desierto es justo como lo maticé en la realidad, mi guía me indica que hay una sección con dunas. Caminaré hasta la entrada del Palmeral donde espero encontrar algún árabe con camellos.

Descanso hasta la tarde. Pese a no tener miedo, necesito ahorrar energías para llegar caminando hasta ahí. No me parece tan lejos en comparación a otros recorridos que ya había transitado. Parece lo suficientemente simple. Tengo que llegar hasta la Medina y subir la muralla hacia arriba. Por lo que no tiene reto o pérdida. Mi única preocupación es que me cobren demasiado por los camellos. Tras mi venganza de ayer, realmente me da igual.

Salgo alrededor de las tres y media. El sol sigue brillando con pujanza pero es más tolerable que el sol del medio día. Además dispongo de una botella de agua y sombra por el costado derecho del Gueliz. Mis pies me siguen doliendo y una de mis sandalias está rota en la parte superior. Recuerdo a Bruce Willis y su interpretación de John McClane en Die Hard (Jungla de Cristal para los españoles). Me hacen gracia las figuras como James Bond quienes, posterior a todas sus hazañas heroicas, ni siquiera se despeinan. En Die Hard III, en cambio, John McClane pasa toda la película de resaca y acaba deshecho físicamente; fatigado, sangrando y cojeando. James Bond consigue mujeres hermosas sin intentarlo y John McClane siempre tiene problemas con su mujer. Entre los dos personajes, el verdadero héroe es el segundo. Lo triste es que todos queremos ser James Bond. En otras palabras, nadie desea ser un héroe de verdad.

Me encuentro cansado al llegar a las murallas. Aparte hay un marroquí en bicicleta que me persigue. Me detiene. Seguramente para estafarme. Pero logro desprenderme de él con la frase mágica: ¡NO TENGO DINERO! Empiezo a cercar la muralla hacia el norte. Me encuentro con nuevas entradas y pasajes al interior. Mas me ciño en todo momento en la corteza de la Medina. Es curioso que no haya ningún turista haciendo la misma ruta. Como si soy el único loco, héroe o kamikaze en la zona. Empiezo a acercarme a una sección comercial. Parecido a la Plaza Jamaa el Fna pero más pequeña y sólo con marroquíes.  Empiezo a sentir miedo nuevamente.



Antes de entrar en la parte comercial, un marroquí me susurra la palabra “Hachís”. Es algo habitual y continuo en Jamaa el Fna. Me lo han dicho tantas veces, que ya me lo tomo con gracia. Hasta el punto que cuando me dicen “Hachís” suelo responder “Salud, Santé, Jesús, God Bless You, Gesundheit”… o alguna variación.  En ese caso en particular, le digo en francés: “No eres el tipo de camello que busco”. No sé si “camello” en Marruecos significa narcotraficante como en España, pero el hombre del hachís se queda sin palabras ante mi comentario. La situación me da tanta risa que pierdo el miedo a los pocos instantes. Pese a ser el único turista que pasa por ahí, ningún vendedor marroquí se me acerca. Me percato que la mayor parte de las sabandijas mercenarias se encuentran en los sitios turísticos. Lo confirmaría en el siguiente escenario.

Qward. El universo de Antimateria. La Central de los “Grand Taxis”. En Marrakech hay dos tipos: grande (grand) y pequeño (petit). Los primeros son de marca Mercedes y son más caros. Los segundos son una mezcla de Ford Fiesta con Lada. Ambos son de color beige. Mas, para el simbolismo de mi viaje, amarillos. Una debilidad para las Linternas Verdes. Por esta parte de la historia, es obvio que son mis enemigos. Especialmente hoy que predico el acto de caminar como heroísmo. Lo peculiar es que ninguno de los que merodea por la zona ofrece llevarme. Y pierdo de vista a otro enemigo amarillo: el Sol.

Ya no hay sombra en ningún sitio y el calor empieza a afectarme. Sudo parcialmente y me siento un poco mareado. Decido parar en un restaurante o café para descansar e hidratarme. El problema es que no lo hay. No encuentro ningún oasis urbano en aquella zona. Mis pies también van a peor. Cada paso que doy me produce mucho dolor. Poco a poco mi voluntad se va feneciendo y mi anillo pierde su carga.

Llego a la intersección después de cruzar un sitio ambulante y una Gasolinera sin tienda de alimentos y bebidas. Siento que no puedo más. Pregunto en una farmacia y me encuentro con Ganthet, el Guardián del Universo, que me indica que debo pillar un taxi porque queda muy lejos. Ignoro el comentario y sigo adelante. Después de todo lo que había caminado, no podía estar muy lejos. Lo veo en mi propio mapa. Aunque no tengo certeza completa de donde estoy. Reitero que en Marrakech no le ponen nombre a las calles. Mucho menos en aquella zona. Estoy en un bucle. Afuera encuentro puestos de venta ambulante de chatarra y fruta conduciendo a una nueva entrada a la Medina vía la muralla. Al otro lado hay un callejón similar al de Mulholland Drive en Los Ángeles. Perpendicular a las dos hay un puente que cruza sobre una ribera seca. Después de deambular a mitad del camino en las tres direcciones, opto por la cuarta opción: seguir la muralla por un desvío de la primera sección.

Vuelvo a encontrarme con la muralla antigua más adelante. Hasta entonces la sustituía una más actual y menos estética. Cuando cruzo en el desvío, descubro otro presagio de la Noche Más Oscura. Se trata de un cementerio rodeado por un muro sin un acceso visible. Descubro que es un cementerio por los agujeros grandes que se dispersan aleatoriamente por el mural. Un símbolo de la existencia: No importa cuanto cuides tu muro vital, inevitablemente se le abrirán agujeros de muerte.



Me detengo en un banco a la sombra para beber la poca agua que me queda. Me echo un poco en la cabeza. Está caliente y no me refresca como espero. Mientras descanso, me percato de una construcción árabe más actual donde puedo vislumbrar palmeras y otro tipo de vegetación al otro extremo. Las puertas están cerradas. Pero me acerco igualmente. Toco la entrada a Jurassic Park y me contesta algo parecido a un dinosaurio. Un marroquí que ni siquiera comprende lo que digo. En realidad, es otro Guardián. El traidor, Scar. Quien no me permite acceso a la vida. Le pregunto por el Palmeral y me responde negando con la cabeza. Incluso pienso que pueden haber dinosaurios dentro. Pero estoy a salvo por el Ramadán. Aprovecho para visitar un lugar similar más adelante. Esta vez encuentro al Guardián Ranakar que me dice lo mismo que Ganthet: pilla un taxi que queda demasiado lejos andando. La fatiga, la deshidratación y no encontrar el maldito Palmeral me convence. Mi anillo tiene poca carga. Yo tengo poca carga. Decido pedir un taxi.




En aquella etapa de desesperación, mi única duda es pillar un taxi para el Palmeral o irme al hotel directamente. Elijo lo primero ya que no puedo soportar que todo mi viaje haya sido en vano. Mientras espero que se asome alguno, el superhombre marroquí, un niño de la zona, me dice, “Monsieur” acompañado de unos pulgares arriba. No sé a qué se refiere específicamente, pero lo interpreto como un gesto de apreciación de toda mi lucha. 

Nivel del anillo al 23%

Paro un petit taxi y regateo hasta diez dírhams para que me lleve al Palmeral. Esta vez no siento temor alguno. Mientras avanzo, tengo curiosidad de qué tan cerca me encuentro de mi objetivo. Resulta que los dos Guardianes a los que interrogué tenían razón. Estaba demasiado lejos. No hubiera llegado sin un taxi. El taxista es muy introvertido, amable y no parece el típico estafador mentiroso de Marruecos. Me lleva justo a los camellos y el encargado del negocio.



Desde que salí del hotel, me visualicé con mi chilaba y la camiseta verde como turbante. De momento la segunda sigue debajo de la primera. No obstante se me quita esa necesidad cuando veo al encargado, Kilowog, vistiendo una camiseta verde en la cabeza. El símbolo de la voluntad. Aunque lo que me dice me sorprende y me decepciona a la vez. Se ríe cuando le menciono las dunas. Me dice que no existen. Le muestro el mapa en mi guía y me señala que estamos cerca del sitio de las presuntas dunas. Pero no existen. Me ofrece doscientos veinte dírhams por una vuelta de camello de media hora. Sólo logro regatear hasta los doscientos. Admito que tiene más voluntad que yo. Es el entrenador de los Green Lanterns. Lástima que no tengo la mía en la cabeza como él. Pude haber llegado a los ciento cincuenta. Son las cinco. Acuerdo con el taxista para que vuelva a las cinco y media.

El camello se arrodilla tras las órdenes de Kilowog. Me subo al dromedario un poco más adelante de la joroba. El camello vuelve a ponerse en pie sin previo aviso. Casi me caigo. Kilowog me pregunta si tengo una cámara para tomarme una foto. Le respondo:

-Me gusta recordar las cosas tal y como las tengo en mi cabeza. No necesariamente como sucedieron.

Mi comentario le parece extraño. Me resulta inusual hasta mí. Lo plagié de Lost Highway de David Lynch. Una frase bonita. Pero en el contexto profundo se trata de la locura misma... la locura misma. El camello está atado a una soga que Kilowog encomienda a mi guía, Tomar-Re. Kilowog se queda atrás y Tomar-Re tira del camello por el Palmeral.  El desierto realista. Piedra, tierra, y en lugar de cacto, palmeras. Alcanzo ver una casa berebere con animales de granja. No es lo que me imaginaba, pero me basta. Siento serenidad en el silencio del desierto. Mi guía irónico sólo me dice dos frases durante todo el recorrido. Vuelve a preguntarme si tengo cámara. Esta vez le digo que la olvidé en el hotel. Lo segundo viene de mi propia boca. Le pregunto nuevamente por las dunas. Tomar-Re me dice que sí existen. Cuando le pregunto dónde, no me responde. Ni se me pasa por la cabeza insistir en el tema. Puesto que me viene una gran epifanía en ese momento.  Y no tiene que ver con camisetas, dunas, taxis o camellos. Consiste en lo siguiente:

La vida se rige por mitades. Por muy fuerte que sea una voluntad, nunca conseguirá la totalidad de lo que quiere. Y si lo hace, el sueño que materializa se quedará a una mitad de sus expectativas. Sencillamente porque la totalidad de la totalidad implica la ausencia del sentido.  

Vuelvo al inicio con los demás camellos. Kilowog ya no tiene la camiseta verde en la cabeza. Sólo confirma mi teoría. Le pago la cantidad pactada. El taxista llega puntualmente. Me despido y emprendo ruta hacia el hotel. El taxista enciende el taxímetro sin que le pida nada. Me cobra exactamente lo que pone cuando llego. Veinte dírhams. Por lo visto no todos son estafadores. ¿O era acaso una construcción de mi anillo? Paso por el supermercado a comprarme dos zumos para recargarme. Mi única duda es si la noche que cae al poco tiempo me drenará con mayor que velocidad que el día. 

Enlaces:

Green Lantern Corps Wiki: http://es.wikipedia.org/wiki/Green_Lantern_Corps
Frases de la voluntad: http://www.proverbia.net/citastema.asp?tematica=101
La voluntad: http://www.tusuperacionpersonal.com/voluntad.html
El Palmeral de Marrakech: http://www.mundocity.com/africa/marrakech/palmeral.html

sábado, 4 de agosto de 2012

LAS NOCHES MÁS OSCURAS DE MARRAKECH IV


PREMISA: Estuve en Marrakech siete días en agosto del 2011. A cada día corresponde una camiseta de un Cuerpo de Linternas en acorde a la primera emoción que sentía por la mañana. Luego emprendí en rutas turísticas determinadas intentando conservar y explotar la emoción que tocaba. Enfatizo que ninguna de las camisetas fue preseleccionada. Lo que sentía ese día, vestía.  Eran meras pautas para condicionar mi dialéctica e interacción con la gente de una manera u otra. A nivel personal, era una búsqueda por encontrar mi emoción en el Espectro Emocional. Tenía seis camisetas y vestí la emoción ganadora en mi retorno el séptimo día. Ah… y otra cosa… como el mismo nombre implica, mis noches fueron demasiado oscuras para ser contadas. Con lo cual, la narración será de la aurora al crepúsculo. Lo que hice por las noches, me lo llevo a la tumba... 

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La historia hasta ahora:

Lunes: Aprendí a inspirar un gran miedo. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Martes: Encontré el cadáver del Superhombre. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Miércoles: Mi avaricia me condujo a la perdición. Haz click aquí para leer la entrada completa.



                                                    JUEVES: EL PERFUME DE CARMEN

                                                         Roja. La ciudad de Marrakech
                                                         Roja. La ampolla de mi pie
                                                         Roja. La bandera de Marruecos
                                                         Roja. La quemadura del Sol
                                                         Roja. La sopa del Ramadán
                                                         Roja. La camiseta que…

                         Babum… babum… babum, babum, babum babum babumbabumBABUM!


Cronos Carpio del Tártaro. Tienes mucha rabia en tu corazón. Bienvenido al Cuerpo de las Linternas…

                                                                      ¡¡¡ROJAS!!!

No he dormido en mi hotel. Al menos recuperé la tarjeta de mi banco. Pero ha sido la gota que colmó el vaso: ¡Incluso los cajeros intentan estafarme! ¿Cuánto habré caminado ayer en día y noche? La respuesta es la ampolla de mi pie. No una ampolla cualquiera. Nunca me había salido una igual. La ampolla convencional está rellena de agua. La mía, de sangre. Aparte el sol me había quemado por todas partes. Cada vez que una parte afectada se roza contra algo, siento picazón y un ardor como ninguno. Me siento irritado. Y no me extraña que desemboque en ira descontrolada.

Visto mi camiseta Red Lantern sin chilaba. Deseo calmarme. Me enoja estar enojado. Valga la ironía. De momento, sólo tengo dos objetivos: una farmacia y un spa. No quiero saber nada de la anacrónica. Quiero disfrutar de mis vacaciones. Relajarme. Desprenderme un momento de la idea que estoy en un proyecto. Mi parte racional sigue activa dentro de mi furia. Me incita a sublimar mi irritabilidad de forma civilizada. Curando mis heridas y atendiendo a un centro de relajación. Pero mi destino es otro. No encuentro farmacias. Ni deseo preguntarle a un marroquí. Sólo me enojará más. Me pondrá como la gran p… y no me gusta expresar esos sentimientos. Es el único momento cuando me descontrolo y no puedo hacer nada al respecto. Me vuelvo Hulk. Valga la ironía.

Me paso a los spas. Voy a dos. Y tienen el mismo elemento en común: la puerta cerrada y el rumor de taladros y martillos desde el interior. No soy un experto en la musicalidad de la relajación, pero creo que un spa debería ambientarse en un sitio donde no se mutilen las paredes. Decido volver a mi hotel. Paso frente al Supermercado en el camino. Los reponedores sacan pescado de una furgoneta. El olor por poco y me hace vomitar. Devolver sangre. En el doble sentido de la expresión. Tengo mucha sed. Me detengo en una tienda más adelante. Como por instinto, elijo dos zumos de frutas de bosque. Rojo a la vista, dulce al sabor. Me los bebo en unos minutos. Estoy refrescado otra vez. Pero sigo deshidratado espiritualmente. En esos momentos me percato que lo que tengo en realidad es sed de venganza.

Recostado sobre mi cama, cuestiono mi objetivo. ¿Contra quién deseo vengarme? La lista es tan larga que sólo puedo pensar en universales. Vengarme contra todo el puto mundo. ¡Quiero destruirlos! Las mujeres sharmutahs que me hicieron daño, los amigos malparidos que me la jugaron detrás de mis espaldas, las editoriales cabronas que no me publicaban, los profesores maricones que me humillaban, los morosos de mierda del trabajo y todos aquellos que predicaban la injusticia como una puta religión cotidiana. ¡Quiero matarlos a todos! Tendrán su merecido. Tarde o temprano. Y en el final me bañaría en su sangre sólo para sentir la equidad que me corresponde. ¡SENTIRÁN MI DOLOR, HIJOS DE LA GRAN PUTA!


Estoy oficialmente iracundo. Cabreado… de mala hostia…¡COMO LA GRAN PUTA! Me enfurece cada milímetro insignificante de mis alrededores. Quiero que se extinga la vida en charcas de sangre derramada. Elijo salir a la calle con el mismo puto cometido. Logro encontrar una farmacia. Compro unas tiritas especiales contra las ampollas. Me dirijo a otro spa que había visto en caminatas anteriores a la Medina. Está abierto. En el segundo piso. Mientras subo, echo un vistazo a las tiritas. Aparte de su receptáculo carmesí, me llama la atención que me costó 66 dírhams. Semejante al sector de Atrocitus en el comic. Subo la mirada y veo mi primer spa marroquí. Tiene aspecto de salón de belleza.  Veo gente local y turistas relajados como zombis. Justo entonces, me percato que no es la mariconada que deseo en realidad. Ni siquiera el mejor tratamiento corporal puede librarme del dolor que siento en mi corazón anillo. Todo apunta sólo a una cosa. Lo que me librará verdaderamente de esa agonía que retoza en mi pecho. ¡VENGANZA!

¿Cuál es la frase más conocida sobre este tema? ¿El plato que se come frío? Pues en el caso de Marruecos, es imprescindible. Puesto que el sol se incluye en mi lista de venganza, tengo que actuar por la tarde. Cuando el gran astro pisado se halle débil y los vendedores huecos ya han malgastado sus energías mercenarias. Eso me da tiempo para recomponerme y lamer mis heridas con paciencia. Me como un hariri y un tahín de cordero tan rojo como mi furia. Vuelvo al hotel a aplicarme la crema y las tiritas. Luego espero… y espero… y espero.

Estoy listo a las cinco de la tarde. Me siento recompuesto e hidratado. Con la piel regenerada y los pies de puta madre. A estas alturas el lector se preguntará cuál es el objeto de mi venganza, cómo se me ocurrió y en qué consiste. El precio de las tiritas me remitió al origen de mis sentimientos cabreados. Tal como el origen de Atrocitus tiene que ver con el origen de su sector. En mi caso personal, son mis pies. Me duelen. Me duelen porque nunca pido taxis. Nunca pido taxis porque esos cerotes me estafaron desde que llegué. Me estafaron porque soy demasiado bueno. Ergo, un hueco para regatear. Quizá siempre lo sea. Pero al menos hoy será distinto. Los venceré en su propio juego. Y si acaban llamándome un maricón para regatear después de esta tarde, ¡es porque les voy a poner viendo para Sudáfrica y les voy a dar por culo a todos!




Maquiné toda mi estrategia, el dinero que llevo y a lo que estaría dispuesto a llegar. Aprovechando que mi amiga Carmen me había pedido un souvenir de Marrakech, decido matar dos pájaros de un tiro calibre tres pares de cojones. Necesito tener claro el objeto de mi compra. Tengo pensado un perfume. Sencillamente para exorcizar la humillación hija de puta que se impregna a mi honor.

Camino desde el Hotel a la Plaza Jamaa el Fna como de costumbre. El atardecer se muestra a mi favor regalándome sombra por el costado derecho del trayecto. Aún así, sigue habiendo un calor de la gran puta. Mis pies, incluso recompuestos, empiezan a dolerme a la mitad del trayecto. Ese día no hubiera tenido problema pidiendo un taxi. Ningún taxista se atrevería a estafarme ese día. Que lo intente algún malparido de mierda. En el fondo lo deseo. Pero quiero reservarme. Canalizar mi rabia hacia el sitio indicado. Esa es la diferencia entre ira y venganza; la primera, un impuso rabioso; la segunda, rabia racional. Movilizada hacia el mayor sentido. ¡Sentido de cojones! Además, mi cabreo me ha vuelto tan osado que siento que puedo caminar descalzo sobre fuego. De hecho, mi plan inicial era una bomba suicida en la plaza. Cerca de los taxistas gilipollas. Pero me enteré que ya lo había hecho alguien más. Y hay que ser original. En vida y muerte.




Entro en la plaza mercenaria de Marrakech a paso rápido. Como un misil cuyas coordenadas estaban programadas para cargarse el puto mundo. Ya tenía pensados los vendedores que iba a retar. Se encuentran en la parte norte con puestos en el suelo debajo de sombrillas. Pude haber ido a los zocos, pero también reconozco mis limitaciones para regatear en francés. Antes de salir, ya había practicado las palabras clave para mi estrategia. Debido a que no traje mi grabadora digital por motivos del calor y el crimen, haré el mayor esfuerzo por retratar y traducir del francés los hechos tal y como pasaron:

Me acerco al primer puesto que encuentro. El primer vendedor moreno con barba y chilaba azul me ve enseguida y dice:

-¿Buscas algo en especial?

-Un perfume- respondo recogiendo una botella pequeña que llama mi atención.

-Son esencias aromáticas.

-Sigue siendo un perfume para mí.

Se ríe de mi comentario y agrega:

-Creo que tengo algo que pueda interesarte más.

-Quiero esto- enfatizo con seguridad-. ¿Cuánto es?

-Cuesta sesenta dírhams.

-¡Sesenta! Venga, hombre. Parezco turista pero no lo soy. Treinta.

-Sesenta, amigo. ¿De dónde eres tú?

-Treinta.

-Por treinta puedo ofrecerte otra cosa.

-¿Sabes qué? Doy una vuelta y vuelvo.

-De acuerdo.

-Gracias.      

Normalmente hubiera dado una vuelta ficticia para no ofender al vendedor. Pero siento cómo me estafa detrás de esa amabilidad pajera. Por lo que decido ir al puesto de la par y, recogiendo la misma del otro, le pregunto:

-¿A cuánto?

-Sesenta- me responde el segundo vendedor calvo de chilaba blanca.

-¿En serio? Tu colega me ofrece lo mismo. Treinta.

-Sesenta, sesenta.

-Que sepas que si no me lo vendes a treinta, se lo voy a comprar a él por sesenta.

-Cuesta sesenta.

Justo entonces, recuerdo que los vendedores callejeros fijan los precios como en cualquier economía. Incluso en un sitio tan mercenario como Marrakech. Y uno no le metería la verga a otro hasta después de hacer la venta. El primer vendedor estaba al tanto de todo. Aunque mantenga esa actitud que se la trae floja. El segundo vendedor es más seco que el primero y ni siquiera le digo que me lo pensaría o volvería. Me detengo ante el tercer vendedor. Más joven, ojos claros y una túnica del mismo color que el segundo.  Los primeros dos soplapollas asumen que voy a hacer lo mismo. Pero sorprendo a ambos cuando pregunto:

-¿Qué tienes que cueste treinta dírhams?

Me muestra una cajita sin darme mucho crédito. Como si fuera un turista hueco sin criterio. No comprendo muy bien lo que me ha dado ni lo que lleva dentro. Y me pela la verga. Obviando el presente misterioso, le digo:

-Te doy sesenta por esto y el perfume.

Se lo piensa unos momentos y me responde:

-De acuerdo.

De aquí, la polla en verso de mi plan, pues, sé que el contenido de la cajita no podía valer más que unos cuantos dírhams. Con lo cual pretende venderme el perfume al mismo precio. En su mente, no está infringiendo el código del mercado. Pero los otros vendedores no están de acuerdo. El primer vendedor empieza a cagarse en la madre de otro marroquí a lo lejos mientras que el segundo discute en árabe con el tercero. Por lo visto, los vendedores más jóvenes tienen un supervisor adulto merodeando en la oscuridad de los zocos. Me parece evidente cuando llega éste a gritarle al último vendedor. 

Sin intentarlo mucho, había generado un follón en esa sección de Jamaa el Fna. Me voy con una media sonrisa sin comprar el perfume o la cajita. Ninguno del grupo me sigue o me llama la atención. Una parte de mi se siente insatisfecha. Pese a haber sembrado la discordia entre los vendedores, no había conseguido regatear o comprar el perfume que quería. Para mi sorpresa, llega a buscarme otro vendedor. También con chilaba blanca y con sombrero. El mercenario hijo de puta estaba enterado de todo lo que sucedió desde el momento cero. Me ofrece una especie de jabón. Algo que, según él, tiene los mismos efectos que el perfume.

-Te lo vendo a sesenta- dice el cuarto vendedor alejándome incluso más de la zona de conflicto.

-Quería un perfume- señalo con una voz cortante.

-Es un perfume, amigo. Saca  la mano.

Hago como me dice. Frota un poco sobre mi palma. Huelo el sitio donde me lo aplicó. Tiene una fragancia paradisíaca.

-No pienso pagar más de treinta- enfatizo con redundancia.

-Como tú quieras- me responde sin ansia de regatear-. Treinta, entonces.

Le pago la cantidad justa con velocidad. Intenta venderme más cosas pero me mantengo firme. Le agradezco por el perfume y me voy a paso rápido. Tengo que tirar fuerte de mi brazo para que me suelte. Con el perfume sólido en mi bolsillo y fuera de la Plaza, me detengo en una terraza en la vuelta. Me pido un té marroquí  y saco el símbolo de mi triunfo. Esnifo el aroma con la llegada del atardecer. ¡He aquí el perfume de Carmen! ¡La fragancia de la venganza! 

Enlaces:

Atrocitus wiki: http://fichapersonajedc.blogspot.com.es/2011/03/atrocitus.html
Frases de venganza: http://www.literato.es/frases_de_venganza/
La ira: http://edant.clarin.com/suplementos/cultura/2005/08/27/u-1041206.htm