sábado, 18 de agosto de 2012

LAS NOCHES MÁS OSCURAS DE MARRAKECH VI

PREMISA: Estuve en Marrakech siete días en agosto del 2011. A cada día corresponde una camiseta de un Cuerpo de Linternas en acorde a la primera emoción que sentía por la mañana. Luego emprendí en rutas turísticas determinadas intentando conservar y explotar la emoción que tocaba. Enfatizo que ninguna de las camisetas fue preseleccionada. Lo que sentía ese día, vestía.  Eran meras pautas para condicionar mi dialéctica e interacción con la gente de una manera u otra. A nivel personal, era una búsqueda por encontrar mi emoción en el Espectro Emocional. Tenía seis camisetas y vestí la emoción ganadora en mi retorno el séptimo día. Ah… y otra cosa… como el mismo nombre implica, mis noches fueron demasiado oscuras para ser contadas. Con lo cual, la narración será de la aurora al crepúsculo. Lo que hice por las noches, me lo llevo a la tumba... 


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La historia hasta ahora:

Lunes: Aprendí a inspirar un gran miedo. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Martes: Encontré el cadáver del Superhombre. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Miércoles: Mi avaricia me condujo a la perdición. Haz click aquí para leer la entrada completa.

Jueves: Mi venganza contra Marrakech. Haz click aquí para leer la entrada completa. 

Viernes: Descubro el secreto de la voluntad. Haz click aquí para leer la entrada completa.




SÁBADO: LA PARTE NEGRA DE LA NOCHE

Informe del Estado del Anillo. Linterna Verde del Sector 2814 fallecido. Iniciando escáner del sector para encontrar reemplazo.

Estoy muerto ya. Mi poca vitalidad se esfumó anoche por no haberlo hecho… incluso ahora deseo abrazar la muerte y morir otra vez. La vida es la verdadera cobardía. Buscar un trabajo, una pareja y una casa para toda la vida. Esa seguridad idealizada. El conformismo y la comodidad. Cuánto la aborrezco. ¿Qué es un valiente entonces? ¿Alguien que desea morir? Aristóteles llamaría a este tipo un osado. Estoy parcialmente de acuerdo. El valiente se enfrenta a la muerte. El osado la desea. Todo este tiempo me consideraba valiente. Pero soy un osado en realidad. ¿Habré venido a Marruecos buscando que alguien me matara? Quizá tuve que haber elegido Afganistán o Iraq. Pero quería seguir pareciendo valiente. El hecho es que sólo quiero morir dentro de una de mis historias. ¿En qué discrepo con Aristóteles? Que el valiente no puede llegar tan lejos como el osado. Simplemente porque el primero tiene límites y el segundo no. Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que tomé mi medicación.

Estoy vestido. Mi pantaloneta vaquera habitual, mis sandalias desgastadas y mi camiseta de Linterna Negra. Hice todo esto mientras pienso en lo anterior. Sin percatarme siquiera. Acabo de vivir sin estar viviendo. ¡Y qué cosa más hermosa es no estar vivo! Ausencia de Conciencia, Significado Ulterior, Retorno al Espacio Vacío… nada lo supera. Como borrar un gran problema matemático de la pizarra. Uno que no tiene solución. Si eso es la vida, eliminarla es el único sentido. La Muerte Absoluta. Volver al principio con la esperanza de un renacer fresco. Mucho mejor si no hay principio. El Apocalipsis del ser en el exordio de la inexistencia. Conservar todo en el subconsciente del Universo. Con tal que nunca existan realidades perniciosas. Sólo sueños sublimes que se transforman una y otra vez. He gastado todas las emociones del espectro... como si una gran sombra me eclipsara de la vida...



Estoy sentado en el Café Solaris con un desayuno marroquí delante. Una combinación de café, zumo de naranja, mekhat y crépes con miel y mantequilla. No recuerdo cómo llegué ahí. Me llama la atención una mosca que se posa sobre mi mano. Las moscas marroquíes tienen una cualidad particular. No se desprenden del cuerpo por mucho que uno las sacuda. A la misma vez, es imposible matar una. Normalmente estaba convulsionando constantemente para espantarlas. Pero hoy, no me importa. Hasta procuro quedarme inmóvil para no espantarla. Decido volverla mi mascota. La llamo William. Dicen que el perro es el más fiel de los animales. No estoy de acuerdo. Puesto que las moscas te siguen hasta en la muerte. Pronto llega otra. Vuela de mi frente a mi otro brazo. También se posa en mi mano. Dado que es más pequeña, la nombro Willy. Dos moscas en cada mano. William Hand. Empiezo a comerme mi desayuno con tranquilidad. Intento darle de comer a mis moscas  pero no se muestran interesadas. Por lo visto les basta mi cadáver. Las dejo en libertad al poco tiempo. Como los gatos, sé que volverán cuando tengan hambre.

Vuelvo al hotel con la mente en blanco. Funciono a un nivel mecánico. Pero ni siquiera puedo ordenar mis pensamientos. Se funden en mi conciencia como el metal en el fuego. Arrastro los pies por el dolor. Toso como tuberculoso por la cantidad de cigarros que he fumado a diario. A menudo me dicen que mi forma de fumar no es humana. Una vez me fumé cinco paquetes en transcurso de un día. Con alcohol claramente. Y sólo me enteraba cuando se me acababa uno entero. Eso implica que había momentos que el cigarro formaba parte de mí. Una extensión más de mi cuerpo. Me enciendo uno para conmemorarlo. Pese a todo lo anterior, me siento energético y fuerte. También me percato que tengo una botella de agua en la otra mano. Me la dio el camarero al principio de mi desayuno. Una botella llena y sin abrir que se dejó otro cliente. No recuerdo cuándo la pillé. En un principio, pienso que es un simbolismo que realmente deseo vivir. El agua siempre fue una representación de la vida para mí. Pero al combinarlo con el cigarro, la semiología cambia. En otras palabras, no era más que un muerto viviente. Uno de muchos que recién se ALZABA...




En el hotel me acomete una pereza depresiva. No tengo interés o motivación por hacer nada. No obstante, por mis vacaciones y la anacrónica, me propongo dos objetivos: Estar en la piscina un rato y visitar el cementerio musulmán de Bab Ghmat en la Medina. En lo que primero respecta, me encuentro con unas inglesas jóvenes y guapas en la piscina. Llevo mi cuaderno y mi bolígrafo negro. Olvidé mi toalla. Me entero luego por una gallega gorda de la piscina que es prohibido bajarlas. De hecho me entero de todo por esa maruja que no creo que salió del hotel en ningún momento y sólo se empeñaba en hablar mal del personal. Que asco me da.

En la piscina, las inglesas pasan completamente de mí. No me atrevo a decirles nada. Ni tengo la motivación. Me siento muerto por dentro. Y no me importa. Hasta que me encuentro con otro superhombre nietzscheano. Un niño inglés que no las conoce y viene con otra familia sentada en las sillas contrarias. Lleva una piruleta con forma de león. Ayer fue el simbolismo del camello. Va a hablarles sin pensárselo siquiera. Mientras que yo ni siquiera les digo, “Hola”. Están maravilladas con él. Pero no es lo que me molesta. Sino la realización que el superhombre que murió el martes, era yo. Y culmina hoy. La noche más oscura de todas... como Black Lantern.

Posterior a mi anagnórisis, aparece un presagio más oscuro. Mientras estaba en la piscina, la tinta del bolígrafo se sobrecalentó bajo el sol desértico. Empieza a escurrirse cuando decido retomar mis escritos. Mis manos y la silla de playa donde me recuesto se maculan en el líquido negro. Con mucha discreción, voy al lavabo anexo a la piscina. Logro quitarme la capa fresca, dejando un residuo sombrío detrás. Borro la tinta que mancha mi silla blanca con el agua que sobra de mis manos. Mucho más fácil dada su composición plástica. Nadie se había enterado. Pero dentro de toda mi humillación clandestina, no dejo de pensar en las contradicciones de la vida. Busco los simbolismos y a veces me buscan a mí. Por mucho que quiero disfrutar de mis vacaciones, vuelvo a la historia… como Mano Negra.



Subo a mi habitación para frotar las manchas más difíciles con jabón.  Llevo casi seis meses con depresión severa. Diagnosticada por psiquiatras y medicada con antidepresivos. No sé si fue culpa de ella o de Él. A ella no le importaba. Pero Él me estaba esperando.  Sólo hasta ahora me percato que estoy viviendo mis últimos días. He perdido todo mi instinto vital. Lo notaba antes de venir cuando la gente me decía frases como, “Dentro de un año”, “El resto de tu vida” y “Cuando seas un abuelo”. Ya no puedo imaginarme en esas situaciones. Con un futuro; para aclarar. Como si no tengo opción en la materia. Me está llamando… ¡y no puedo borrarme la tinta de las manos!

Salgo alrededor de las cuatro y media vistiendo sólo la chilaba. Meto la camiseta de la Noche Más Oscura en mi mochila. Ahora me voy de vacaciones de verdad. En camino a la Medina, me detiene un marroquí. Está frente a un hotel. Dice que trabaja ahí. Y libraba justo en ese momento. No le creo. Sobre todo cuando me dice que se va a casa a fumar hachís. Rechazo la oferta. Pero hay algo en él que me deja pensando mientras avanzo. No me suelta la mano. Algo habitual a estas alturas de la historia. Lamento luego no haberlo acompañado. No tanto por la aventura simbólica sino por la implicación mortal que supone. Y se resume en que no dejó ir mi Mano Negra y me ha confundido con un inglés. ¿Un superhombre zombi? Hubiera muerto. Lo sé como si se tratara de un mensaje divino. Y no aproveché la oportunidad.  Como en el amor, hay veces que la muerte me tira los trastos descaradamente y ni siquiera me entero.

Entro a la Plaza 16 de noviembre. Veo el KFC y se me antoja el pollo. Pero siento una necesidad mayor de hambruna por llegar al Cementerio. Decido ayunar. Mi Necro-ramadán. Apenas entrando en la Medina, saco la camiseta  de Black Lantern y me la enrollo en la cabeza como turbante. Paso la Koutubia y cruzo a la izquierda por la entrada de los caballos. Me adentro en la Plaza Jamaa el Fna y vuelvo a cruzar a la derecha. Retomo el camino que he hice el miércoles hasta perderme. Sólo así encontraría el camino indicado.

No hay turistas. Callejeaba con indiferencia. Nuevamente me encuentro con el aspecto gremial de la Edad Media. Paso por calles de carpinteros y chatarra de todo tipo. De tanta vuelta, acabo en los zocos sin querer. Una sección donde se mezclaban especias, telas y alfombras. Quizá lo que más llama mi atención es encontrar a un dentista en medio de todo aquello. Sólo hay una silla vacía en su clínica. Aunque lo veo de pasada, percibo su mirada diabólica mezclada con la cortesía árabe y unos alicates diciéndome,

-¿Te apetece una extracción?

Decido perderme otra vez. Es la mejor manera de encontrar la sabiduría… o la muerte. A lo mejor son la misma cosa. Busco atajos para el Final. Mi peregrinación al más allá tiene que surgir en las fronteras del turismo. Nuevamente los gremios medievales. Calles especializadas en una labor concreta. Antigüedades y zocos menos populares. Nunca veo turistas en estas partes. Los marroquíes tampoco se empeñan en estafarme con alguna venta esporádica como en Jamaa el Fna. Conozco la verdadera venta ambulante de Marrakech. 

En todo el trayecto mencionado, emergían motos de todas partes. Incluyendo los zocos donde a penas había sitio para caminar. Se tiene que estar pendiente de ellas en todo momento. Cualquier idea me entraba a la cabeza, “¿Me atropellarán, me atracarán, me meterán un cuchillo por la espalda?" Después de todo, estoy tomando un riesgo muy grande. Pues busco el cementerio musulmán. Algo a lo que un “cristiano” como yo no tengo acceso. Percibo la negatividad de los marroquíes cuando les pregunto. Me lo indican con amabilidad. Pero sus expresiones los delatan. Como si estoy mofándome de su cultura. Un paso más arriba que comer frente a ellos cuando ayunaban. Y, en el siguiente lugar donde llego, me da la sensación que no voy a salir de ahí con vida.




Consiste de una salida de la muralla al este. El último lugar donde pido direcciones. Parece la terminal de autobuses de mi país al estilo Marrakech. Miles de motos y taxis circulan caóticamente. La venta ambulante se extiende en varias direcciones sin ningún atractivo particular. Me pierdo en este laberinto y transito la zona varias veces sin pedir direcciones. En vísperas de rendirme, lo encuentro. Una puerta poco visible a la par de la entrada. A respectivo lado, hay una mujer musulmana con un bebé y un viejo con la mirada perdida. La vida y la muerte. Decido acceder. Pero la vida me advierte negando con su dedo índice. El fracaso de la expedición me deja con la paradoja, “¿Me rechaza la muerte o estoy muerto ya?"

.............................................................CONEXIÓN CORTADA.........................................................

Vuelvo en taxi a Jamaa el Fna. También hay un cementerio judío, pero me basta el simbolismo anterior. Regateo hasta los diez dírhams. Le dejo claro que no soy un turista y que sé que la Plaza está cerca. No discute conmigo. Y me percato que es porque tiene hambre. Me pregunta si he hecho el Ramadán. Me halaga que me considere uno de los suyos. Pero nuevamente me plantea la incógnita si estoy vivo o muerto.

El sol se está poniendo. Y ya los puestos nocturnos de comida reemplazan la venta ambulante matutina. Busco el número 31 por consejo de un colega del trabajo. Pero los representantes de relaciones públicas del resto de puestos eran tan pesados, que acabo cediendo. Uno que utiliza expresiones atractivas inglesas como “Bloody Marvelous” y “Whisky make you Frisky?” Ni me fijo en el número. Y empiezo a comer. Una fritanga de mariscos mezclada con pinchos morunos. Mi vida empieza a pasar en frente de mis ojos:


Mi miedo a ser real invertido en un yo ficcionado. Todos mis amores perdidos. Levantarme con la esperanza que todo va a estar bien. Intentar conservar mi bondad pese a la vocación malvada del mundo. Conseguir lo que justamente me pertenece. Y deshacerme de aquellos que intentaron usurpármelo. No mirar atrás y luchar contra la adversidad. ¿Mi vida?    

Termino de comer, pago y me voy. Ya no puedo más. Necesito saberlo. La última parte de mi historia que determina el valor de lo anterior. Me acerco a una de las adivinas de la Plaza que sigue ahí. Tapada, vestida de negro y revelándome sólo sus ojos. Le saco diez dírhams y le pregunto ante el ocaso:

-¿CUÁNDO VOY A MORIR?

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