viernes, 18 de mayo de 2012

LA PERRERA DEL HADES

Cerbero es el perro de los Infiernos, hijo de Equidna y Tifón. Concretamente, el guardián de las puertas del Hades en la mitología griega. Conocido también como Can Cerbero, su nombre significa en griego: el Demonio del Pozo. Se le representa con tres cabezas y una serpiente como cola. Las primeras se clasifican como veltesta, tretesta y drittesta. Que se traduce en cabeza izquierda, tercera cabeza y cabeza derecha; simbolizando el pasado, el presente y el futuro, según unas fuentes, o el nacimiento, la juventud y la vejez, según otras. Su función consisitía en impedir la salida a los muertos y no dejar entrar a los vivos. 

En la mitología tuvo varios enfrentamientos con dioses, semidioses y mortales que le vencían a su manera. El músico Orfeo lo durmió con su lira en la búsqueda de su amada Eurídice. Hermes utilizó las aguas del Leteo, ribera del olvido, para el mismo cometido. Mientras que Eneas y Psique le dieron tortas de miel encantadas. En la Divina Comedia de Dante, Cerbero se encontraba en el tercer círculo infernal donde devoraba a los pecadores de la gula. Pero mi anacrónica se centra nuevamente en un personaje que ya me ha dado problemas en el pasado. El semidiós Hércules y el duodécimo y último trabajo encargado por el rey Euristeo. Aunque no tenía que ver con la historia que estaba cubriendo. 

Se trata del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial en Madrid. Se llegó a considerar la Octava Maravilla del Mundo dada su edificación según coordenadas astrológicas muy precisas; un Templo del Sol en el llamado estilo herreriano. Por otro lado, se considera la propia Boca del Infierno. Y tenía que ver con cuatro obsesiones del monarca que lo habitaba, Felipe II. En primer lugar, los cuadros del flamenco El Bosco. El pintor pertenecía a una sociedad secreta llamada Los Adamitas. Una secta nudista que oraba por el Apocalipsis ya que creían que la humanidad estaba destinada a salvarse. Independientemente de sus prácticas hedonistas. Ergo su famosa pintura, "El Jardín de las Delicias". En segunda y tercera instancia, Felipe II coleccionaba reliquias de santos muertos y tenía una profunda obsesión por la alquimia. Y cuarto y más importante, el perro negro del Escorial.

Sus apariciones databan desde que el Monasterio estaba a penas en obras. En 1577, los monjes confirmaban que había un perro negro que daba saltos sobrenaturales a la luz de la luna. Cuyos aullidos no asemejaban los de ningún perro doméstico o salvaje. Como si se tratara de un cánido del más allá. Se escuchaba dentro y fuera del Monasterio. Incluso bajo los aposentos del propio monarca. Se descubrió poco después que se trataba de un perro negro perteneciente a un miembro de las Cortes. Atormentado por su omnipresencia auditiva, Felipe II pidió que lo ahorcaran desde una de las ventanas del Monasterio. No obstante, los aullidos persistían. Y Felipe II parecía ser el único que lo escuchaba. Lo veía hasta en sueños. Con lo cual no era aquel perro que había ahorcado. ¿Podría ser Can Cerbero?

Esa era mi misión. Si era Hércules o Felipe II... sólo el tiempo lo diría. Pero, más que todo, quería una muestra física, una pista mitológica o una aparición real que me lo confirmara. Y en esta anacrónica de posibles personajes simbólicos, lo tenía muy difícil. En el primer caso, tendría que enfrentarme al perro y, en el segundo, sería atormentado por el perro. Riesgo de muerte o locura. Un paseo en el parque para el anacronista. Tenía más miedo que el simbolismo recayera en mí. Ser muy perro tampoco es mi idea de encontrarme a mí mismo.


Tomo el tren de cercanías Renfe hacia San Lorenzo del Escorial en busca del perro más terrible de todos: Can Cerbero. Por lo visto tampoco soy el único con este cometido. Frente a mí se sienta Orfeo. Su versión moderna al menos.Vestido de negro, pelo largo y una guitarra con estuche. A menudo cruzamos miradas desafiantes. Él por su moda Heavy Metal y yo por la anacrónica. Pienso que es una buena idea aliarme a él. Siendo yo Hércules o no, es una ventaja disponer de Orfeo para adormecer al chucho tricéfalo. Como un Plan B, digo. Mientras reflexiono y divago sobre el tema, Orfeo se queda dormido. Y sin tocar su lira vanguardista. ¡La ironía! Se baja unas estaciones más adelante. Anterior al Escorial, claramente. Qué cursi. Sólo viaja al Hades por amor.

Me bajo en la parada de los hombres de verdad y salgo fuera de la estación. Un viandante me orienta hacia el Monasterio de San Lorenzo del Escorial. Me aconseja pasar por el parque cruzando la Calle del Príncipe en su interior. Un supuesto atajo apara mi destino. La Calle del Príncipe no es larga. Puedo vislumbrar la salida al final de la misma. Pero desde transitarlo, me da una sensación de no avanzar. Me canso. Y se trata de un terreno completamente plano. El viento parece ir en mi contra. Y en realidad viene de todas partes. Hay un silencio terrorífico. Ni siquiera escucho un pájaro cantar. Más bien veo un cuervo mudo que me observa desde el césped a mi derecha. Debería llamarse la Calle del Príncipe de las Tinieblas. Sin lugar a duda, la Entrada al Infierno.

Salgo del parque y el Real Monasterio está a la vista. Me encuentro con la Fachada Norte en todo su esplendor. Tanta es mi impresión que decido cercarlo. Pasando por la Fachada Sur, Este y Oeste. En efecto, un Templo del Sol. Decido aprovechar el día y entro por la Fachada Norte. Paso al Patio de los Reyes y la dedicatoria a seis reyes judíos. Entro a la Basílica donde lo único relevante es mi primer encuentro con Felipe II. Cenotafio donde está arrodillado junto a Ana de Austria. Mientras que me impacta el arte en todas sus formas, no pierdo de vista mi objetivo. Con lo cual me dirijo directamente al Panteón de Reyes. La Cripta. Donde las pistas para encontrar a un perro infernal serían más relevantes. Tristemente, los cadáveres no me hablan. Me sigo moviendo por el museo. Y vuelvo al turismo. Los techos son quizá lo más llamativo. Sobre todo, el Palacio de los Austrias y el Palacio de los Borbones. De hecho, sólo las pinturas de los techos llaman mi atención. El resto sobra. Salvo en la Biblioteca. Belleza integral. Los techos, las paredes, los suelos, los libros... todo. ¡Cómo quisiera tener una biblioteca así! Pero en el tema de Cerbero, sólo una alusión. El cuadro de El Greco titulado la Adoración del Nombre de Jesús. Donde las siglas JHS aparecen por encima de todo en el cielo. Y en el fondo a la derecha una de las cabezas del perro del Hades abriendo la boca. El inframundo, según el cuadro, no lo custodia Cerbero sino, más bien, sale de la boca misma y es, por ende, la propia boca del Infierno. ¿Acaso la palabra como símbolo de lo que es más sublime o infernal? ¿Un ladrido en el segundo caso? Sólo cazo un simbolismo adicional en mi recorrido. Muy minimalista. Una de las paletas utilizadas para construir el Monasterio. Las mismas empleadas por los obreros que veían al perro negro y se quejaban de cómo éste les impedía avanzar en la obra. La paleta tenía una "R" invertida en el ápice. "El Anti-Rodrigo", quizás. Pero no lo descubriría hasta más adelante.


Después de comer, camino por la Calle Floridablanca y me llama la atención un detalle. Un bar llamado "Don Felipe". El simbolismo ya presenta una pista por sí misma. Sobre todo por el Labrador Negro que veo en la entrada. Está atado a un poste. Me empieza a ladrar. No por aversión. Más bien el típico ladrido de un perro desesperado por atención y libertad. Me acerco a él y lo acaricio. Es muy vivo. Aunque intuyo que es por ansiedad. Los simbolismos me piden a gritos que entre. Me siento en la barra. Pido una caña doble. Me dan una tapa decente (y sigo en la Comunidad de Madrid). Aunque no encuentro nada que merezca la pena. Tan sólo una transmisión del Papa Benedicto XVI y su llegada a España ese día. Salgo y me fumo un cigarro a la par del perro negro. Esperando que le surgieran dos cabezas más. Pero no fue así. Me instalo en el Hostal Cristina donde tengo una vista del Monasterio a través de mi ventana. Vuelvo a salir. El Labrador me deja con intriga. Pero cuando vuelvo, ya no está. Ahora es un West Highland Terrier atado de la misma manera en la misma calle dos locales abajo. El perro blanco. Frente a una exposición de arte. El punto intermedio en triángulo es el propio Monasterio. Entro a echar un vistazo. Pinturas en decadencia. Simples. Retratos de la naturaleza. Sin un mensaje trascendente para lo que busco. No obstante, llega a mi atención un silogismo. Perro negro, perro blanco...ergo perro blanco y negro. La tercera cabeza. Frente al local y simbolismo último de la anacrónica.

De pronto me encuentro como un loco buscando Dálmatas por el El Escorial. No localizo ni ciento uno. Distingo varias razas. Unos Galgos jugando entre sí. Como si tienen dos cabezas. Pero es Ortro... digo Otro. No encuentro nada significativo en los alrededores del Templo del Sol. Incluso entre los dos locales por las escaleras descendientes que conducen al Monasterio. Me dirijo a las casas de los pueblerinos. Buscando perros. Sus pasos, su respiración, sus aullidos. Que tontería hacer esto por la noche. Tanto perro. Y siempre me gustaron más los gatos. Me siento mareado de tanta vuelta. De la cantidad de cánidos sin sentido. Sin darme cuenta, estoy frente a una Iglesia. Muy pequeña. Muy blanca. Abandonada por los fieles a esas horas. No recuerdo el nombre. Ni recuerdo cómo llego ahí. Pero me vino la epifanía en ese momento.

La "R" invertida. El blanco y negro. La Iglesia y la Noche. Me acuesto al revés sobre los escalones de la entrada. ¿Buscaba otra perspectiva o era acaso para acceder a otra dimensión esotérica? ¿Entre la Vida y la Muerte? Siento cómo la sangre me fluye a la cabeza. Empiezo a recordar mi niñez. A menudo hacía esto. Y lo disfrutaba. Pero aparecía siempre un adulto para decirme que me quedaría loco. Probablemente tuvieron razón. Aunque también me impulsa a resolver el enigma.  La veltesta (perro negro) es la dialéctica entre la perdición del hombre y su necesidad de aspirar a la divinidad por atrición. La drittesta (perro blanco) es el axioma que cualquier razón expresa su arte hasta, eventualmente, deteriorarse. Y la tretesta (perro blanco y negro) cuya implicación intermediaria supondría el equilibrio se atiene, empero, a la analogía de la posición invertida; que por mucho juego que tenga la demencia, rendirla a equidad supone conformarse al resto. Son Principios del Final. Inscritos en la Entrada al Infierno. Vociferados por su Protector. Quien luego me hablaría en la vuelta...

Llego frente a un domicilio común. Pero con un nivel de oscuridad profundo. No hay un portón obstruyéndome la visión. La silueta de una casa en un patio. Sin más. La calle desierta. Y me ladran tres perros. Siento terror. ¿Saldrán a atacarme? No los puedo ver. Sólo escuchar. Lo registro con mi grabadora*. En parte por la anacrónica, en parte por mi última voluntad de vida y en parte para confirmar que no he perdido ninguna de mis tres mentes. Y dudo si alguna conservo. Puesto que la siguiente mañana, paso por la misma casa... y no hay perro o persona alguna. 


*Haz click en el primer enlace de abajo para escuchar la grabación.

Enlaces:

Forense de Dioses VRS Can Cerbero: http://www.youtube.com/watch?v=rrM21yHw5Vw
Bestiario Mitológico: http://roleplay.sugel.net/2011/07/05/supernaturales-bestiario-mitologico-griego/
Real Monasterio de SLE: http://www.monasteriodelescorial.com/
El perro negro: http://elguadarramista.com/2009/10/30/leyenda-del-perro-negro-del-monasterio/

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