viernes, 15 de junio de 2012

LAS NOCHES MÁS OSCURAS DE MARRAKECH III

PREMISA: Estuve en Marrakech siete días en agosto del 2011. A cada día corresponde una camiseta de un Cuerpo de Linternas en acorde a la primera emoción que sentía por la mañana. Luego emprendí en rutas turísticas determinadas intentando conservar y explotar la emoción que tocaba. Enfatizo que ninguna de las camisetas fue preseleccionada. Lo que sentía ese día, vestía.  Eran meras pautas para condicionar mi dialéctica e interacción con la gente de una manera u otra. A nivel personal, era una búsqueda por encontrar mi emoción en el Espectro Emocional. Tenía seis camisetas y vestí la emoción ganadora en mi retorno el séptimo día. Ah… y otra cosa… como el mismo nombre implica, mis noches fueron demasiado oscuras para ser contadas. Con lo cual, la narración será de la aurora al crepúsculo. Lo que hice por las noches, me lo llevo a la tumba... 

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MIÉRCOLES: EL SULTÁN NARANJA

Qué locura… ¿cuánto dinero me habré gastado anoche? Es lo que tiene perder el amor, la compasión y la esperanza.  Auto-destrucción. Me percato que gastar dinero es otra forma de morir. Desde el punto de vista del darwinismo social, la pobreza equivale a la extinción. Tengo que apretarme el cinturón un poco. Sobre todo para ir a la parte más mercenaria de Marrakech: la Plaza Jamaa el Fna.

Decido caminar nuevamente. Esta vez no es por esperanza, conocimiento o heroísmo. Sencillamente no quiero gastarme más dinero. Visto la camiseta naranja de la avaricia y me coloco la chilaba encima. Pese que ayer se trataba de un simbolismo allegado a Superman y las kriptonitas, encuentro uno mejor esta mañana: La Noche más Oscura. Tiene todos los colores del Espectro Emocional. Salvo dos. El amarillo y el rojo. Uno de ellos ya lo había vestido y el otro estaba pendiente de percibir. No sé qué significa su ausencia en la chilaba y qué pasará si la visto con un color que no aparece en ella. El hecho es que no lo podía saber hasta sentirlo y vestirlo.

Salgo del hotel a las nueve de la mañana. Camino por la Avenida Mohammed V (ayer transité la avenida Mohammed VI). El hábito de caminar se me da fácil. Aunque tampoco implica que es cerca. Camino y camino. Cruzando calles al estilo marroquí. Da igual que haya semáforo o vía libre para el peatón. Se atraviesa viendo a la izquierda, avanzando hasta el centro, viendo hacia la derecha y cruzando hasta la otra acera. Hay que ser muy cauteloso al cruzar cualquier calle. Incluso en las pequeñas te sorprendende una moto o un ciclomotor.

Alcanzo la Plaza 16 de Noviembre y descubro un ambiente más turístico. En realidad, franquicias americanas como McDonalds, Pizza Hut y KFC. Empiezo a imaginarme la Plaza Jamaa el Fna como otro producto de las multinacionales y la globalización. No tardo mucho en llegar a las murallas de la Medina. Me adentro en el casco viejo. Sigo andando hasta encontrarme con la Mezquita de la Koutubia. Un esplendor arquitectónico para mí. Estoy demasiado acostumbrado a ver iglesias cristianas. No obstante, me llamaron más la atención los jardines anexos a la misma. Doy la vuelta a toda la obra musulmana hasta dar con ellos. Aprovecho para descansar de mi largo viaje a la sombra. Desde entonces, ya me vienen acosando tres marroquíes. Un aguador, un mendigo y un astuto que desea sacarse algo con su amabilidad. Ya tengo la voluntad para rechazarlos a todos. Curiosamente, todos aceptan mis negativas y no son insistentes. Pero no es eso lo que me preocupa.


En mi estancia hasta ahora, me percato que tres cuartos de la gente a la que había pagado nunca me da cambio. Cuando lo solicitaba, siempre me venían con una excusa; la propina, no tengo, es el precio del aeropuerto, etc. Me irrita. Saber que me están quitando mi dinero. Antes de salir esta mañana, había estudiado cada moneda de dírham para no sentirme tentado a pagar con billetes por pereza. Se clasifican en monedas de diez, cinco, uno, medio (o cincuenta) y veinte. No sé si siguen bajando a diez, cinco y uno ya que no dispongo de ellos en aquel momento. Pero una cosa tengo clara: no quiero que me estafen más.

Me dispongo a entrar en la famosa Plaza. Mis expectativas y aquello que me imagino es completamente distinto a lo que me encuentro. Ídem, mi experiencia en la Menara. Cuando entras, hay varios taxistas y carros de caballos aparcados. Estos últimos desprenden una peste que me remiten a mi niñez y al zoológico de mi país. Meados y cagadas impregnados en el aire. Es una introducción a lo que vería más adelante. Mi primera impresión cuando entro es de confusión, pues, no sé si me encuentro en el lugar correcto. Me niego a preguntar. Más que todo porque no quiero que me quiten mi dinero por preguntarlo. En mi guía había leído que por la mañana la Plaza está llena de carros de fruta, cuentistas, videntes, encantadores de serpientes, etc. Veo los carros de fruta solamente. Y me imaginaba que serían más. Me pido un zumo de pomelo en uno de los carros. Cuesta diez dírhams según el letrero. Le digo al vendedor en francés:

-Diez dírhams, ¿verdad?... Diez dírhams, ¡verdad!... DIEZ DÍRHAMS, ¿¡VERDAD?!

No me responde y exprime los pomelos sin más. Por desgracia, no tengo los diez dírhams sueltos. Me había comprado una botella de agua con los últimos que disponía en camino a la Medina. Le pago los veinte y no me devuelve nada como de costumbre. Cuando aludo al precio con irritabilidad, ¡me dice que costaba otros diez dírhams exprimirlo! Me bebo el zumo de un trago, resoplo y me voy disgustado. Discrepo varios puestos donde un grupo de marroquíes tocan instrumentos coloquiales. Busco el café más cercano. En realidad, una heladería donde me pido una Coca Cola negociando previamente el precio. Lo vuelvo a repetir tres veces. El camarero que me atiende me pone cara de, “¿Y este loco?” Empiezo a escribir un poco decepcionado. Tomo mi bebida con tranquilidad cuando un hecho a la distancia llama mi atención. Un encantador tocando frenéticamente ante una cobra. El tiempo pasa y me pido otra Coca Cola. También aparece un marroquí con varios macacos. Me entra nostalgia por los personajes de mi novela, Evolucionaria. Me voy de la heladería sin pedir helado. Finalmente me dan el cambio correcto. Ya no hay ninguna duda en mi mente. Estoy en la Plaza Jamaa el Fna.

Ubico la zona famosa de los Zocos. Ni me llama la atención adentrarme en ellos. No tengo interés por comprar algo, gastar dinero o aguantar la pesadez de los vendedores. Opto por ir al sur de la Medina donde se encuentra el único barrio judío. Apenas emprendiendo en este rumbo, percibo varios aromas y la música árabe que había escuchado previamente. Mas esta vez, proviene de las tiendas. Una cantidad descomunal de cintas y CDs a la venta. La peste de la entrada se reemplaza por el olor a especias. Polen aromático buscando flores sin condimento. Los vestuarios musulmanes mezclados con turistas de todo el mundo complementan el aspecto humano del lugar. Lo que me parecía irritante y decepcionante en un principio, resultó ser el ambientador general de un sitio que, a primera impresión, no tiene nada de especial.

Camino hacia el sur por calles sin nombre. Aunque no me haya venturado en los Zocos, noto un ambiente familiar por donde camino. Vendedores de especias, metales, alfombras, música y pieles. Hay un momento que incluso atravieso una calle dedicada completamente a la venta de accesorios para vehículos. Me percato que Marrakech mantiene el aspecto gremial de la Edad Media. Lo más importante a nivel personal es que ya no siento ninguna especie de miedo a los árabes. Incluso sintiéndome perdido y sin turistas como en aquellos momentos. Se lo debía a mis noches…

Por fortuna, la Puerta de Bab Ag-Nou me vuelve a ubicar en el mapa. Contemplo la Mezquita de la Kasbah y me tomo unos segundos para descansar en la sombra. Justo entonces, se me acerca una mujer marroquí en una moto a preguntarme sobre las Tumbas Saadíes. Le confieso que es uno de mis destinos. Percibe mi desconfianza y me asegura que no es una guía falsa. Me orienta hacia las mismas y se va sin pedirme nada. Me adentro en el callejón oculto que me señala y la vuelvo a ver guiando a otros turistas. Es obvio que trabaja para el sitio. Sobre todo por haberme dicho que era gratuito y costaba diez dírhams. Lo pago con cierto resquemor y accedo a las tumbas.


El sitio es pequeño pero muy interesante. Aparte del detalle minucioso de la arquitectura musulmana, lo que más llama mi atención es la temperatura del ambiente. No se permite la entrada directa. Pero hay una especie de balcón invertido hacia dentro donde se pueden contemplar las tumbas. La climatización en el interior es incluso más agradable que el aire acondicionado de mi hotel. En ese momento, siento el primer presagio a la Noche Más Oscura. Sencillamente, encuentro serenidad en el clima de la muerte.


Mi siguiente objetivo es el Palacio de Bahía. Mas, por las dialéctica de la aventura, derivo en el Palacio Badí por accidente. ¡Y qué accidente más maravilloso! La entrada cuesta diez dírhams como de costumbre. Esta vez le saco al dependiente el cambio exacto. Otro dependiente me mira mientras cuento. Le sonrío. Es medio día y el sol desértico me empieza a afectar. Comprendo finalmente la moda árabe y por qué la mayor parte de los vestuarios cubren el cuerpo entero. Concretamente, la nuca. Percatándome que el Palacio Badí no dispone de ningún tipo de sombra, me quito la chilaba y la camiseta en un espacio discreto. Ato la segunda a mi cabeza. Mi nueva apariencia árabe me refresca. Aunque no caigo en que ahora tengo la avaricia en la mente. Y empieza todo con la vista panorámica del Palacio. Estando ahí arriba, no me lo puedo creer. Es de los pocos momentos de mi vida donde realmente deseo una cámara. Hasta ese momento, no me había sorprendido nada. Sería un recuerdo archivado en mi memoria para toda mi vida. Pero no es suficiente. Quiero que sea… que sea... míooooooooooo. Me siento poseído por un egoísmo exagerado. Bajo a la estructura central. A pocos pasos de salir, me tropiezo con una PIEDRA. En realidad un fragmento antiguo del piso que desencajo del suelo por accidente.

-Tendrás que pagar 5 millones de dólares- bromea un turista americano.

-¡Te lo has cargado!- me mofa una turista española.

-Debería quedármelo- respondo con cinismo.

-Sí- agrega la última-, deberías.

Ni siquiera me lo pienso. En cuanto la muchedumbre turista se escapa de mi vista, meto la PIEDRA en mi bolsillo. Es tan negra como la Noche. Una mezcla entre un azulejo y la consistencia del ónix. Contemplo el resto de la magnificencia arquitectónica con felicidad. Como si tuviera el poder del Palacio en la palma de mi mano. Pero me abate un remordimiento profundo más adelante. Un gato negro. Mi única superstición. Tuve una mala experiencia en Francia con uno que me cruzó el paso. Pero éste sólo acecha las ruinas en paralelo. Una advertencia por si me llevo aquella... PIEDRA. La que no pienso devolver. ¡Es mía, Mía, MÍA, MÍAAAAAAAAAAAAA!!!!!!

Accedo a las ruinas en sentido contrario a la entrada. Sigo disfrutado del esplendor que siento poseer. Soy un sultán. Es mi Palacio. Y toda la gente que entra son mi propiedad. Esclavos de mi voluntad. ¡MÍOS! Mi sueño se ve interrumpido por un coro de musulmanes que empiezo a escuchar en los alrededores. Tan potente que parece repercutir en el mundo entero y todas las galaxias hasta mi PLANETA Okaara. No sé si es por el Ramadán, las oraciones musulmanas tradicionales o mi delirio de grandeza, mas pronto un megáfono dentro del Palacio amplifica el coro. Trastocando el anterior a un segundo plano. En aquel estrecho pasillo donde puedo visualizar el megáfono, interpreto que el Palacio mismo me advierte que no puedo llevarme la piedra. Decido ceder a los simbolismos y la devuelvo su sitio. Sobre todo porque realmente quiero el PALACIO.



Regreso a la Plaza Jamaa el Fna a comerme un cous cous. Mientras saboreo aquel plato, me viene la anagnórisis. El ambiente de Marruecos me ha poseído culturalmente. Sin darme cuenta siquiera. Visto como árabe, me alimento como un árabe y veo el mundo como un árabe. Incluso la Plaza que antes despreciaba me parece algo familiar y acogedor. Por un instante, me siento como otro marroquí. Eso o simplemente quiero poseer el espíritu mismo de MARRAKECH.

El regreso a la Guéliz no es igual que la ida. El sol ruge con toda su furia y mis pies me duelen de tanto andar. Mi avaricia no me abandona. Y me niego a pedir un taxi. Me detengo en cada sombra que encuentro. Bebo agua y me la echo en la cabeza. Recreando un oasis urbano… y tacaño. Siento que voy a morir. Pero prefiero la muerte que gastarme otra MONEDA. Aguanto, camino y persevero. Llego a mi hotel. Dejo mis cosas y me voy directo a la piscina. Hay cinco mujeres solas tomando el sol. Pero estando en la piscina, me entero que tengo BILLETES en el bolsillo. Me importa más subir a secarlos a mi habitación. No es de extrañar que hay veces que el lavado de dinero es más importante que el sexo casual.

Llega la tarde y salgo a comer. Me entero más sobre el Ramadán. Entiendo que se rompe a la una durante el día y a las ocho durante la noche. Son las siete y no quiero esperar. Camino hasta la Plaza 16 de Noviembre para poder comer. Por lo visto, el Ramadán no se aplica a McDonalds. Empiezo a fumar en el camino. Me percato que no tengo mis llaves del hotel. Pero sé que hay siempre alguien en recepción. Intento obviar este descuido con una curiosidad del mismo tabaco. Lo compré en la Plaza Jamaa el Fna tras abrir mi CARTERA con alicates. La marca es Marvel. La competencia de DC en el mundo de los comics. “Qué ironía”, pienso. Aunque me hace más gracia la publicidad que puede hacerse para la marca. “Fumar puede matar… salvo si eres un superhéroe. Cigarrillos Marvel”. Me río solo. No me importa la gente de mis alrededores. Marroquíes o turistas. Me como mi hamburguesa con tranquilidad hasta el crepúsculo. Decido sacar dinero como última tarea del día. Pero cuando llego al cajero, lo inesperado… ¡se queda con mi TARJETA! Y se hace de noche...



Enlaces:

Larfleeze wiki: http://es.wikipedia.org/wiki/Larfleeze
Frases sobre avaricia: http://www.citasyproverbios.com/citas.aspx?tema=Avaricia
La avaricia: http://nodulo.org/ec/2004/n028p03.htm
El Palacio Badí: http://www.mundocity.com/africa/marrakech/palacio-badi.html

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