sábado, 2 de febrero de 2013

LOS CÓDICES CONDENADOS: EL BAKTÚN



ESTELA QUINTA
31 de diciembre de 2012

De repente, veo todo verde... y es fin de año. No del calendario maya. Kukulkán me ha enviado a noche vieja. La segunda parte del final. La conclusión del calendario gregoriano del 2012. Ya no estoy en Tikal. Me encuentro en Antigua Guatemala. En casa de mi tía Madeleine y mi tía Michelle con mi madre. No recuerdo como llegué ahí. Pero el planteamiento del dios maya sigue dando vueltas en mi cabeza. La segunda oportunidad. Algo que no he visto en mis anteriores códices. Un detalle crucial que se me ha escapado. Puede que Kukulkán sea mi guía espiritual. Aunque es mi ingenio que debe ubicar donde está el simbolismo que me conducirá al secreto. En aquel entonces, no lo encuentro. Salvo que la arquitectura clásica de la Antigua me da escalofríos. Terror puro. ¿Será mi inspiración para encontrarlo?

Todo me resulta claro desde ese momento. Sobre todo cuando mi tía Michelle menciona que nos encontramos en el Barrio de la Candelaria. Famoso por la cantidad de relatos sobre las Leyendas de Guatemala. Por tomármelo con gracia, nunca me percaté en Tikal. No podía verlo... sin el miedo... algún mal que ya está en el mundo. Uno que salió desapercibido en el Baktún. Reconozco que encontrarlo no va a ser fácil. Pero al menos ya tengo la pista que me conducirá a este mal. Las Leyendas de Guatemala. Al menos rastros de las mismas. Sé que si las encuentro todas, se abrirá un portal, me vendrá la epifanía o muera en el intento. Es mi destino. Como Elegido del Final. Aunque sigue sin quedarme claro si he venido a salvar el mundo o a condenarlo. Emprendo rumbo por las calles de Antigua Guatemala para atestiguar este fenómeno. Cazando simbolismos de las leyendas con mi cámara de fotos.

LA LLORONA


Cuenta la historia de una mujer llamada María. Vivía con un esposo adinerado en la capital de la Guatemala antigua. Una Cazafortunas. Ama de casa que atendía el hogar y despilfarraba el dinero de su esposo. Su avaricia pasaba a la soberbia. Y se contemplaba frente al espejo manipulando a su cónyuge para concederle cuanto quisiera. Su soberbia pasó a la lujuria. Y conoció un mozo que compartía su lecho cuando su marido salía a trabajar. De tanta aventura y pecado, quedó embarazada. Algo, que dentro del mundo prestigioso de la época, implicaba que la gente de su estrato social la acabara rechazando. No podía correr ese riesgo. Por lo que pretendía decirle a su marido que era hijo suyo. Lo nombró Juan de la Cruz. 

Todo parecía ir bien por unos años. María se calmó un tiempo. Cuidaba de su hijo y de su marido como era debido. Mas pronto volvió a su rutina pecadora. Y justo entonces, el mozo que antes compartía su lecho, se enteró de la verdad y amenazó con contársela a la comunidad. En vez de afrontar su vida pecaminosa, María ahogó al niño Juan de la Cruz en el Río Pensativo. Salvó su reputación y nunca descubrieron el crimen. Hasta su muerte, cuando Dios la condenó a vagar la Tierra buscando a Juan de la Cruz. “¡Ay, mi hijo!”, grita a lo lejos cuando está cerca y cerca cuando está lejos. Vestida de luto con un velo tapándole el rostro escalofriante. Dice llevarse a gente solitaria que, como ella, vivieron una vida dedicada al pecado. Atraída por el agua de piletas, fuentes y ríos. Y yo he estuve frente al Río Pensativo cuyo arroyo diminuto infiere que el manantial encarna las propias lágrimas de María.

SIMBOLISMO LLORONA  p


EL CADEJO


Se trata de un perro fantasmagórico que nos protege o nos guía a la perdición. Por este motivo hay dos tipos de cadejos. 1) Un joven trasnochador llamado Carlos vivía en un terreno del Calvario con su mujer. Siempre que volvía tarde por las noches, se encontraba con un perro. Grande, níveo, lanudo y con cascos en los pies como un caballo. Nunca dejaba que Carlos se acercara. Gruñía y se marchaba al poco tiempo. Esto sucedía todas las noches. Y su mujer decía que nunca había visto un perro en la puerta como aquel que describía. Carlos se negaba a aceptar que era una alucinación. Por lo que una noche, se dispuso a seguir al extraño animal. Mas nunca lo logró alcanzar. Como si desapareciera en pleno aire a la distancia. Se trataba del Cadejo Blanco. El que protegía a la mujer de Carlos cuando estaba trabajando. 

2) José había estado bebiendo con sus amigos durante todo el día. Tanto que acabó tirado en la calle por la noche. Cuando despertó, sus amigos ya no estaban. Pero había un perro negro y peludo con ojos de fuego a su vera. Le pasaba la lengua por la boca en cuanto despertaba. Se levantó con suma dificultad y empezó a callejear por el Barrio del Calvario. Detrás de él iba el perro haciendo ruido con sus casquitos de cabra. En camino a su casa, unos ladrones intentaron robarle todo. Pero el gran perro lo defendió y lo llevó hasta la puerta de su casa. Después de aquel día, el perro negro lo siguió durante nueve noches seguidas. Desde que lo marcaba con aquel lamido en los labios. Luego desapareció. Pero José no pudo dejar la bebida nunca. Por mucho que lo intentara. Hasta que murió por borracho y el Cadejo Negro volvió para acarrear su alma al Infierno. Ubiqué un Cadejo justo después de comprar cerveza en una tienda del Calvario.

SIMBOLISMO CADEJO p


EL CARRO DE LA MUERTE 



Después de una larga jornada en el campo, Mario se dirigió a su casa en la ciudad. Estaba anocheciendo y caminaba deprisa para que la oscuridad no se le echara encima. En esa época, era común que hubieran carros o carruajes tirados por caballos. Pero aquel que escuchaba Mario era muy distinto. Parecía que se acercaba pero nunca llegaba. La espera resultaba tan interminable que Mario se quedó dormido en el parque. Al siguiente día, le contó el incidente a su amigo Jorge. Le mencionaba éste que su historia se asemejaba a la  leyenda llamada “El Carro de la Muerte”. Mientras que Jorge lo reconfortaba diciendo que sólo eran cuentos, Mario no se tranquilizaría hasta confirmarlo. Con lo cual volvieron esa noche al mismo lugar. 

En lo que hablaban sobre banalidades cotidianas, Mario empezó a  percibir el mismo sonido que había escuchado la noche anterior. Nuevamente, parecía interminable. Hasta de pronto callarse. Y no había carro de algún tipo en el camino principal. En lo que los dos amigos intentaban especular sobre este fenómeno, se giraron al mismo tiempo. Viendo sobre el césped moribundo un carruaje tirado por caballos con un conductor zombificado. Negros los tres. Los ojos moribundos del conductor se centraron en ambos. Y los dos amigos se desmayaron. No fue hasta el siguiente día que Mario despertaba en su casa. Pero Jorge había desaparecido. Dado que el Carro de la Muerte sólo se llevaba a aquellos a quienes les había llegado su hora. Localicé mi propio Carro de la Muerte en el Parque Central de la Antigua.

SIMBOLISMO CARRO DE LA MUERTE p


LOS PENITENTES DE LA RECOLECCIÓN


En el Barrio de la Recolección, dicen escucharse encadenados moviéndose a las doce de la noche. Son ánimas castigadas en la tierra para purgar sus pecados. Todo el mundo solía rehuirlos. Salvo un chico llamado Luis. Desde 1917 tras la primera aparición de los Penitentes, ya existía la superstición en la Recolección que nadie saliera después de la media noche. Pero la curiosidad de Luis superaba su miedo. Por lo que salió en solitario para ver lo que ocurriría. Justo a las doce, encontraba a varias personas encapuchadas vestidas de negro. Se flagelaban y vociferaban coros en un idioma que no había escuchado jamás. Uno de ellos se acercó a él para entregarle una vela. Le dijo que volvería por ella a los tres días y que se la guardara hasta entonces. 

Luis mantuvo su promesa y guardó la vela en un cofre. Durante esos tres días, empezó a padecer numerosas enfermedades. Unas que ni siquiera los médicos sabían por nombre. Pese a su condición, Luis se dispuso a salir el tercer día a las doce de la noche con la vela en mano. Pero justo al encontrarse con el Penitente que se la entregó, se percató que ya no era una vela. Sino hueso. Y, por tanto, el Penitente tiró de su brazo para unirle al grupo de ánimas malditas como otro encapuchado más. Logré capturar una réplica turística en el Barrio de la Recolección.

SIMBOLISMO PENITENTES  p


LA TATUANA



Hace muchos años, en la época colonial, había una joven y bella mujer a quien llamaban Manuela, la Tatuana. Disfrutaba de los placeres de la carne y la vida de lujos. Cosas que no estaban bien vistas en aquella sociedad recatada y religiosa. Por ello, acusaron a Manuela de brujería y de hacer maleficios para conseguir a los hombres. Se le acusó de codicia y de no seguir los preceptos de la Iglesia. Por todas estas razones, fue juzgada por la Santa Inquisición y sentenciada a muerte. La Tatuana se negó a recibir confesión de sus pecados antes de morir. 

Cuentan que la noche anterior a su ejecución, pidió como última voluntad un trozo de carbón, unas velas y unas rosas blancas. Con estas tres cosas hizo una especie de altar donde practicó una hechicería. Utilizó el carbón para pintar en la pared una gran barca mientras recitaba conjuros. Se le apareció el mismo Diablo quien la sacó de su celda en la barca que había dibujado. Pero con un precio. Puesto que la Tatuana serviría al Príncipe Oscuro desde entonces. En esa barca. Llevándose al Infierno a todos aquellos que salieron impunes de sus crímenes como ella. Se dice que tiene la apariencia de una muerta viviente y aparece en las costas durante la época lluviosa. Encontré un simbolismo de la Tatuana en el Cementerio de la Recolección. En la primera foto hay tres mujeres representando el 666 del Diablo; dos juntas y una de espaldas al faro de luz a la izquierda viendo las tumbas. En la siguiente foto, que tomé segundos después, ya no estaban ninguna de las tres. La referencia temporal son las cuatro personas del fondo.

SIMBOLISMO TATUANA PARTE 1 p

SIMBOLISMO TATUANA PARTE 2 p


LA SIGUANABA


Hay muchas versiones de esta leyenda. Por lo que voy a unificarlas en una sola. Se trata de una mujer de descendencia indígena llamada Sihuehuet. Un nombre que significa “Mujer hermosa”. Pese a sus orígenes, su aspecto físico difería considerablemente de los rasgos mayas. Era alta, blanca, voluptuosa con el cabello oscuro y ojos verdes. No había hombre en el pueblo que no buscara su belleza. Pero los rechazaba a todos. Puesto que buscaba a su único y verdadero amor. Hasta entonces, había sido un caballo sobre el que montaba todos los días. Amaba a ese animal como la vida misma. Pero ni siquiera ese caballo podía eximirla del desamor que sentía en su pecho. Por lo que buscó el consejo del chamán del pueblo. Para su sorpresa, le desveló que era descendiente directa de los dioses mayas. Agregó que el amor de su vida era como ella y vivía en el campo. Su nombre era Tlaloc. Fue en su búsqueda y se enamoró al instante. El único problema era que Tlaloc no sentía lo mismo. Era un mujeriego y no ocultaba la infidelidad a ninguna de sus amantes. Sihuehuet, en especial, no podía soportar los celos. Al punto que visitó nuevamente al chamán quien le prometía hechizarlo para que sólo la deseara a ella. Lo único que le pidió fue unas matas de escobilla y la sangre muerta de su caballo. Puesto que era el sacrificio de aquello que más quería. Y Sihuehuet lo hizo. Con mucho dolor. El chamán hizo un ritual y le avisó que el conjuro se cumpliría una vez llegara la media noche. 

Coincidió que antes de esa hora, había quedado con Tlaloc para dar un paseo romántico por el bosque. Llegaron a un río donde se bañaron e hicieron el amor. Tras consumir su pasión, Tlaloc le confesó a Sihuehuet que se casaría con una chica adinerada del pueblo. Pese al conjuro, los celos de Sihuehuet estallaron en aquel momento. Mató a Tlaloc con una piedra y lanzó su cadáver al barranco cercano. Por ello, los dioses la castigaron como la Siguanaba o Mujer Horrible. Confinándola a manifestarse sólo en ríos, fuentes o piletas para que recordara su crimen. Esto no hacía más que consumirla más en celos. Con lo cual atraía a otros mujeriegos con su cuerpo desnudo para luego lanzarles al barranco semejantemente. Y debido al conjuro incompleto, se quedó con el rostro de un caballo el cual tapa con su pelo hasta atraer a sus víctimas al barranco. Salvados, exclusivamente, si lograban tirar de las matas de escobilla que encarnan sus cabellos. En Antigua, suele aparecerse en la Fuente de la Merced; donde sólo logré capturar a una víctima potencial. 

SIMBOLISMO SIGUANABA p


EL SOMBRERÓN



Había una mujer llamada Celina a quien pretendían muchos hombres por sus largos cabellos y ojos grandes. Pero ella hacía alarde de sólo uno. Un cantante misterioso que se ponía frente a su ventana para darle serenatas. Sólo podía ver sus cuatro mulas atadas con cubetas de carbón, una guitarra pequeña y un gran sombrero que le tapaba el cuerpo entero. Llegaba todas las noches. Y cantaba y cantaba, “¡Ay, ay! Pronto cuando se vaya voy a llevarle el pañuelo de mis lágrimas y mis suspiros”. La última frase de todas las noches.

Celina estaba enamorada. Tanto que un día salió a su encuentro. Para su sorpresa se trataba de un duende con un rostro palidecido y globos oculares negros. Celina había caído bajo su encanto y el Sombrerón le expresaba su amor sincero. Ató trenzas a todos los caballos del establo como tributo a su enlace. Imposibles de desatar. Al punto que los trabajadores tuvieron que cortarlas. Estaban todos los caballos muertos el siguiente día. Fue entonces que los padres de Celina se percataron que el Sombrerón había cortejado a su hija. Decidieron ingresarla en un convento para salvarla. Pero no sabían que el Sombrerón debería cantarle todas las noches para conservarle la vida. Y por ello, Celina murió de tristeza la siguiente mañana. Por lo que el amor del duende era, en realidad, una sentencia de muerte. Afortunadamente, descubrí al Sombrerón en la Merced cortejando a una chica con un sombrero minúsculo para ocultar su identidad.

SIMBOLISMO SOMBRERÓN p





 LA NIÑA DE LAS IGLESIAS 


La Iglesia de la Candelaria era una construcción formidable y la gente en su época la visitaba a menudo. Un Cura forastero era un gran admirador del templo sacro e hizo todo lo posible para ser transferido ahí. Pronto fue concedida su petición y se volvió el sacerdote principal de la Iglesia. Todo marchaba bien en un principio. La gente del Barrio de la Candelaria lo conocía y se prestaba para ayudar a cualquier fiel que lo pidiera. El Cura tenía sus recámaras en la Iglesia y prácticamente vivía ahí. Mas había un incidente peculiar que dio inicio pasado el mes. 

Empezó alrededor de la media noche cuando alguien tocaba las puertas de la Iglesia fuertemente. ¡TOC, TOC, TOC! El sonido era alarmante y fuerte. Tanto que el Cura se sorprendió encontrarse a una niña en las puertas. Tenía los ojos rojizos y señas de quemaduras por todo el cuerpo. El Cura le preguntó que si estaba bien y si necesitaba ayuda. Pero la niña sólo le pedía un vaso de agua. El Cura obedeció y extendió su ayuda ofreciéndole refugio y cuidado. Pero desde que le daba el vaso, la niña se iba en silencio. Sin beberse el vaso siquiera. La siguiente noche, otra vez tocaban las puertas de la Iglesia. ¡TOC, TOC, TOC! La misma niña aparecía pidiéndole lo mismo. Un vaso de agua. Nunca respondía a los demás gestos caritativos del Cura. Simplemente se iba con el vaso. Esto siguió por seis días más. 

Y en el sexto día, el Cura tenía una pregunta preparada. Pues le resultaba obvio que el vaso de agua no era para ella. Y así esa noche se escuchó nuevamente la puerta. ¡TOC, TOC, TOC! Y el Cura, con el vaso en mano, le preguntó a la niña, “¿Para quién es el agua?” Y la niña respondió, “Para mi padre. Se está quemando”. “¿Y quién es tu padre?”, preguntó el Cura sin comprenderlo. “¡ES EL DIABLO! ¡TOMA, PAPÁ!”, dijo la niña alzando el vaso a alguien detrás de él. Cuando el Cura se giró, la Iglesia se estaba quemando. Volvió la mirada a la niña pero ya no estaba y las puertas estaban cerradas. El Cura no logró salir y se quemó dentro. Dicen que esta es la verdadera  razón de por qué la Iglesia de la Candelaria está en ruinas. En lo personal, logré tomar una foto por la noche donde los tres seises de la hija del Diablo se manifestaban en mi camino en forma de luces. Hay dos seises arriba, uno abajo más brillante y residuos de la secuencia tirando hacia la Iglesia de la Candelaria. 

SIMBOLISMO NIÑA DE LAS IGLESIAS p


EL BAKTUNAHUAL



Rodrigo era un estudiante de periodismo que viajó a Petén para cubrir los eventos del Baktún el 21 de diciembre de 2012. Estando en el Parque de Tikal, le decepcionó mucho la escasa dedicación que le dieron a un evento patrio que repercutía en el mundo entero. Se tomó la celebración con gracia. Salvo el propio día. El 21 de diciembre. Cuando alrededor del solsticio de invierno, sentía cómo todo su cuerpo se moría. Como si padeciera de todas las enfermedades existentes. El siguiente día, volvió a su carácter jovial e indiferente. En su vuelta a la capital, se le apareció el dios maya Kukulkán en el aeropuerto. Por lo visto, Rodrigo se había perdido un detalle crucial en la concepción maya del Apocalipsis y la Nueva Era.

Todo empezó en el año nuevo gregoriano del 2012. Kukulkán había mandado a Rodrigo de Tikal a la Antigua. Era el día 31 y Rodrigo tenía que decodificar el mensaje de Kukulkán. Se trataba de las Leyendas de Guatemala. Viajó por toda la Antigua buscando simbolismos. Y no sabía muy bien por qué ni lo que pasaría una vez los encontrara. Encontró un simbolismo de cada leyenda pero el mensaje no le venía. Por lo que decidió tirar la toalla. Rodrigo estaba en la Antigua con sus dos tías y su madre. Luego vino otra amiga y su abuela. Ahí pasó las doce. Un año nuevo muy peculiar. No tanto por el hecho que Rodrigo solía salir de fiesta con sus amigos en estas fechas, sino porque todo el tiempo le daba la sensación que no estaba ahí. La familia hablaba entre sí. Pero nunca le hablaron a él. A la misma vez, Rodrigo se sentía fuera de lugar en cada momento que pasaba. Tanto, que al llegar la media noche, pidió permiso a su madre para irse a dormir. Ni siquiera le contestó. Y le daba igual. Su cansancio era como ninguno. Sobre todo después de las doce.

Esa noche, Rodrigo tuvo el sueño más raro de su vida. Resulta que era un maya justo en los cimientos de la civilización precolombina. El encargado de encontrar sacrificios humanos para las deidades. Si no ubicaba a nadie en un tiempo determinado, lo sacrificaban a él. Y en aquel sueño, no localizaba a nadie. El tiempo se acababa y se encontró con un ente extraño en el bosque. Lo atacó sin que este ser se diese cuenta siquiera. Luego lo llevó al templo donde fue sacrificado. Extrañamente, el bicho se volvió una especie de reptil cuando le mataron. Puesto que era un Annunaki sumerio que había tomado la forma humana de los mayas. La sangre reptiliana que derramaban en el templo desencadenaba la mayor maldad de todas. El color terrible de la brújula maya. El centro. La peor dirección. Inactiva. Apática. Indiferente. El Principio del Final. VERDE. El tinte por el que se manifiesta. Un Infierno desde el punto de vista de Xibalbá. Puesto que era la pura encarnación del mal. Algo que no podía ser detenido. Una leyenda que los propios mayas temían en su Nueva Era. Aquello que los extinguió a ellos y luego extinguiría todas las civilizaciones. El Baktunahual.

Rodrigo se despertó como si se tratara de cualquier pesadilla. Justo entonces recibió un mensaje en su teléfono. Era Hugo. Un amigo que le había acompañado en su aventura por Tikal. Le resultó extraño que el mensaje hacía referencia a un encuentro con él la noche anterior. Poco después, recibió un mensaje de su padre con fotos haciendo referencia a lo mismo. Para él no tenía sentido alguno. Puesto que sus progenitores estaban divorciados y no había manera de justificar que su padre hubiese llegado a la casa de sus tías con su madre. Y viendo las fotos, se daba cuenta que había estado en otro lugar a las doce. Era él físicamente. Pero no lo era en todo lo demás. Las conductas descritas lo asustaban. Era una réplica de él. Una réplica malvada. Como si un fragmento de maldad de cada leyenda que había cubierto se aglomeraba en su ser para liberar la peor plaga de todas. Rodrigo rezó a Kukulkán para que se lo explicara. Y apareció el dios maya para comunicarle el gran secreto.

La intención del dios nunca fue encontrarle un sentido al Baktún. Más bien era para que Rodrigo se percatara que estaba muerto desde el 21 de diciembre. Aquel día que sentía todas las enfermedades abatirle. El Baktunahual. Quien le había quitado su identidad. Destruyendo toda su vida. Mientras que él contemplaba su caída como un fantasma. Peor que el Infierno de fracasar era verse a sí mismo fracasar sin poder hacer nada al respecto. Pecando de la manera más terrible. Contra gente extraña o seres queridos. Daba igual. Puesto que el Baktunahual era la encarnación del Final. Y era apenas el principio. Un mal accidental creado de antaño y que a partir del 13 Baktún iba brotar como una semilla apocalíptica. Creciendo todo un año en Rodrigo. Hasta el día 21 de diciembre de cada año consecutivo. Cuando cambiaría de huésped como un virus. Regándose y esparciéndose para contaminar toda la humanidad. Concluyendo en el próximo Baktún. Cuando ya no existiría persona alguna. Era, pues, el exordio decadente de la Nueva Era del Apocalipsis.

SIMBOLISMO BAKTUNAHUAL p