En algún lugar de la Mancha, cuyo nombre no quiero acordarme... digo, no puedo acordarme, puesto que nefasto encanto arremetióme y las negras hechiceras contuviéronme en contra deste rebelde corazón. Pues soy el valeroso Don Quijote, desfacedor de sinrazones y que auxilia a los menesterosos, sobre su famoso caballo Rocinante galopando para enmendar agravios. Mas creo recordar una secuencia de eventos pictóricos que mi noble escudero Sancho Panza traducirá de las cuitas y sandez a los que aquellas hechiceras lanzáronme.
Melíflua que fluye la ribera deste averno, donde las riñas y hazañas mías, recordáranse por los escribas y dignas las mesmas para entallarse en bronces.
LA RIBERA CREO QUE NI LLEGA A SER ARROYO. Y DE AVERNO SÓLO EL CALOR. ME TEMO QUE TUS HAZAÑAS NO LAS RECORDARÁS NI SIQUIERA TÚ, MI SEÑOR. |
Y una invertida cuadriga aparecióse con caballos tirando delante desde tras, ascendiendo hacia abajo y con puja que inspirábanme coraje en mi avasallado pecho hacia la funesta escalada.
Bien que vosotros entendiérades mi mal talante, que ahora las hechiceras infernal morada a los cielos levitaron y sobre la medrosa montaña arrojallábonla con sus cimientos entre viento y tierra engarrotados.
Y un doble mío manifestóse para malferirme hasta Sancho acudir en nobleza al rescate de mesmo mío e impía lanza que mesmas entrañas cruzarían al atacar o defender.
A las puertas del maldito antro flotante, donde otra desgracia sucedióme y el ejército de ovejas a mi alma en pena circunscito. Vencido, pues, por la languidez de mi afanado encantamiento.
Y en el calabozo dellas mi libertad fue contenida, sin bravura, temiendo que por ellas fuere volver a ser acometido.
ESTÁ EN UN MUSEO. SI QUERÉIS CREEROS LO DE LAS OVEJAS MUTANTES NINJAS, ALLÁ VOSOTROS. CUIDADO Y SE TE CAE EL JABÓN SHURIKEN EN LA DUCHA, MI SEÑOR. ¡LAS OVEJAS TE VAN A ACOMETER BIEN!
¡Oh Dulcinea del Toboso! ¡La más fermosa de la fermosura! Os veo desde la oscuridad con la humilde afrenta de no poder en mi honor santificaros. Mas mi razón de ser non es de ál que de serviros. Pues sois la luz que fulgura mi penumbra.
Cuan si fuere arpía y ángel, Dulcinea transfiguróse en una moza princesa de anchas caderas y libidinoso arranque que para todos los eones haríanme perpetuo en su vientre.
Y con la fermosura de mi sublime Dulcinea, acabé fuyendo del calabozo con grata insipiración. Y, nuevamente con azules cielos sobre mi sien, ¡Fernando Rey hurtóme mi corcel famoso Rocinante!
Como viandante caballero, vuelvo a mis pies como hidalgo de antaño. Y opté por visitar a las nefastas hechiceras para restaurar mi juicio. Y éstas mostráronme el camino para recuperar mi fiel jamelgo con desafío interpuesto de antemano si acaso la locura de vuestras palabras y ofendedme pudiéredes.
Y antes de partir a mis andanzas, un brebaje ofreciéronme para curar mi horrenda enajenación.
En efeto aquel gran desafío del que habláronme las brujas se interpuso en mi camino. E impedía cuan noble sentimiento por recuperar mi palafrén. Llamáronle el Tríclope. Y yo, Don Quijote, más famoso de los caballeros y azotador de gigantes, sería quien le acometiere para darle fin con mi lanza sombría. Como la Quimera para Belerofonte y el Minotauro para Teseo, el Tríclope caería a los pies del Quijote.
Habiendo acometido al terrible Tríclope, hallé finalmente a mi corcel Rocinante que, empero, el demonio que secuestrábalo encantó con la negrura de la noche. Y al ruin villano quería azotar hasta Sancho atenuar su natural pacificidad al encuentro remoto.
Y nuevamente con mi noble bridón, reposé sobre el llano lindante para recuperar la cordura que las hechiceras prometíanme. Abatido y creyendo recobrar mi sano juicio, el negro sueño acometióme mesmamente.
SIESTA AL BORDE DE UN PRECIPICIO. NO SE CAYÓ... NI PILLÓ UN COMA ETÍLICO DE MILAGRO. QUIERO DECIR QUE FUE SÓLO MEDIA HORA. PERO ES DIFÍCIL DE CONCRETAR. ESTE HOMBRE MIDE EL TIEMPO EN BARES. |
El cálido abrazo del hechizo no era sino otra fachada y vil presagio del porvenir. Y en mi descenso por las colinas desiertas, orcos asesinos tocaban sus timbales con miembros humanos y un duende pequeño al que instruían con aquella discordante melodía. Y fuyarme desta suerte me vi obligado. Con tal de eludir ser vapuleado en mi frágil compostura.
Cabalgué y cabalgué hasta encontrar otra ribera que conducía a una tenebrosa caverna. Y en la mesma yo entré a ocultarme de las hordas que perseguíanme.
VALE, TÍO. TÚ ENTRA A ECHAR EL MEO MIENTRAS QUE YO ECHO UN PITI. SI VIENEN ÉSTOS, LES DIGO QUE HICISTE EL NINJA |
Hijo Sancho, no bebas agua; hijo no la bebas, que te matará. ¡Y mi noble escudero así acabóse!
Solitario y sin escudero, yo el gran Quijote de la Mancha, venturó a la Ciudad Encantada. Donde sólo había oscuridad y siluetas aparecían para seguirme hechizando. Y, valeroso como desfacedor de agravios, dispuse a seguir con mis batallas mentales. ¡Oh fermosa imaginación! Donde monté aquellos barcos... encontrando al perro guía... la cara del hombre que vociferábame... traduciendo a la foca... que conducióme al tobogán... pasando el puente romano... hacia a un mar de piedra... donde el elefante lucha contra el cocodrilo... abriendo las puertas del convento... medrantes los hongos... y el teatro sin función... salvo el monólogo de la tortuga... que hablóme de los osos... y el vil cotilleo sobre los amantes de Teruel... que ulteriormente encontraban silencio en la cara de Ariadna... ya no vuelvo a beber...
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