Me llamo Wally West. Y soy el hombre más rápido del mundo… al menos lo era en un momento. Algo ha pasado. Algo muy peculiar. Aunque nada nuevo desde la perspectiva de las Tierras Infinitas. Numerosos mundos donde cada decisión altera el sentido de la misma. Por ejemplo, en una Tierra, decido ir a un supermercado para comprar comida al medio día. En otra, me quedo en casa y mando a pedir una pizza. Por muy fatua que sea la decisión, se altera el curso en el mismo continuo espacio-tiempo de esa Tierra en particular. Por lo que en una Tierra puedo ser rico y en otra pobre. En una puedo ser feliz y en otra miserable. En una puedo ser un héroe… y en otra un villano. Y, en mi situación actual, mi Tierra me dotaba de poderes. Y aquí, en cambio, no tengo poderes algunos.
Empezaré
contando la naturaleza de estos poderes. Era un Velocista. Junto a varios otros,
nos sintonizamos a una gran energía extradimensional llamada la Fuerza de la
Velocidad. Dicha sintonía sucede de diversas maneras. Jay Garrick, el primero
que llevó la manta de Flash, lo consiguió tras inhalar los vapores de aguas pesadas. A Max Mercury se los concedió un chamán. Johnny y Jesse Quick se
sintonizaban vociferando una fórmula descubierta por el primero. Bart Allen lo
heredaba y emancipaba con su metabolismo acelerado. Y, en mi caso, como el de
mi tío Barry Allen, fuimos azotados por un rayo que nos lanzaba contra varios
químicos. Pero, contrario a éste, yo era apenas un niño. Esto unido a que
idolatraba a Barry Allen, me condujo a seguir sus pasos. Primero como Kid Flash
a su lado. Y, posteriormente, como el tercer Flash tras la desaparición de mi
tío Barry en su lucha contra el Anti-Monitor. Desde entonces pretendí ser fiel
a la memoria de mi tío, intentando llenar sus zapatos. Muy difíciles de llenar.
Puesto que eran zapatos extremadamente veloces…
Pero
ahora me encuentro en una Tierra que no conozco. Lo último que recuerdo es
rescatar a mi tío Barry de la Fuerza de la Velocidad junto a los demás
Velocistas. Hay una laguna entre medias que no acabo de entender. Aquí ni
siquiera soy Wally West. Soy un escritor guatemalteco llamado Cronos Carpio.
Sin poderes algunos. Salvo la creatividad. ¿Me servirá para descifrar el enigma
de mi lugar presente? Sólo el tiempo lo dirá. De momento creo que es oportuno
que me deje llevar por este personaje para ver qué secretos descubro. Y no
revelar mi identidad verdadera ni la de aquellos que me encuentro. Puesto que no sé
con seguridad si son superhéroes o supervillanos.
El
primero de ellos era amigo de este tal Cronos Carpio. Lo llamé Barón Brújula
por su gran sentido de la orientación. Me enteré al poco tiempo de reunirme con él que me encontraba en una Tierra llamada Punta Umbría, Huelva. El hecho es que Cronos Carpio iba de vacaciones a este sitio.
Invitado a hospedarse en el apartamento del Barón Brújula. Algo sencillo en apariencia. Dado que
no tenía planes aparte de tomar el sol, bañarse en el mar, beber y comer.
Parecía casi un rito. Y, en un momento, realmente pensaba que era una especie
de vacación paradisíaca. Donde no me encontraba a ningún otro ser humano con
superpoderes. Notaba, sin embargo, que debía comer constantemente. De la
misma manera que hacía cuando era Flash. En mi mundo, se debía a que mi supervelocidad
requería de una gran ingesta calórica para subsistir. ¿Pero aquí? No sé si era por
el nombre de Cronos. Una deidad que literalmente se comió a otras deidades.
Igual me parecía demasiado pronto para especular cualquier cosa.
Empezó
a esclarecerse con la llegada de otros al grupo. Amigos del Barón Brújula. El
primero de ellos que conocí era un personaje muy curioso. Pero de los
buenos. Sin lugar a duda. Era vegetariano. Por eso lo llamé el Señor V. Con él, iba Czech Chic. La
chica checa. Comíamos pizza todos. El Señor V, el único que la pedía vegetariana. Me
enteré más adelante en la conversación que Czech Chic estaba quedándose en casa
del Señor V. Pero no era su novia ni su amiga. Se trataba de un programa llamado
Couch Surfing donde daba posada a viajeros alrededor del mundo. En el caso de
Czech Chic, sólo iba a estar dos días. El Barón Brújula aprovechó para
invitarla a una parrillada argentina el siguiente día. Al Señor V no parecía
molestarle. De hecho, incluso le parecía buena idea. Aunque se ausentaba completamente del plan por trabajo. En ese momento, la futura
presencia de Czech Chic parecía suscitar rivalidad entre el Barón Brújula y yo.
Decidimos hacer un pacto de no agresión. Independientemente de quién acabara conquistándola y que se me daba muy bien. En mi mundo, al menos. Mientras que una parte de mí lo hacía por un principio
honorable de amistad, otra parte lo hacía porque aún no tenía claro quién era
el bueno y el malo de la historia.
El
siguiente día empezaba a verlo con mayor claridad. Principalmente, por una camiseta
que encontraba entre la ropa de Cronos Carpio. Una camiseta de Flash. Junto con
un bañador amarillo. Lo vestí con orgullo. Sabiendo que hoy encontraría las
respuestas. Como si se tratara de una revelación divina. La señal indiscutible que había una relación entre mi mundo y éste. Fuimos con Barón Brújula
a recoger a Czech Chic a la parada de autobuses de Punta Umbría. El Señor V vivía en
Huelva capital y no la llevaría. Tras el reencuentro, nos dirigimos a la parrillada argentina en un
chiringuito de la playa. A partir de entonces, empecé a descifrar ciertos
paradigmas. ¿Cómo encuentras a tu némesis? Simple. Buscando las cualidades contrarias
a ti. Aunque no tuviera mis superpoderes, notaba que seguía siendo mucho más
veloz que el resto. Particularmente, Czech Chic. Me terminé la parrillada en
cuanto ella daba el primer mordisco. El alcohol igual. Proporción de tres a
uno. Ella iba por la primera caña y yo estaba acabándome el segundo mojito. No
obstante, en algo sí era más rápido Barón Brújula. Y acabó conquistándola antes
que yo. Fiel a mi voto de honor de la noche anterior, decidí apartarme y
dejarlos solos. Aproveché para ir a la playa. Tiempo durante el cual me venían
imágenes del mundo que sí conocía… pero cambiado.
El
sol ardiente de Punta Umbría me recordaba a Superman. Pero el Superman que
recordaba era debilucho. Sin poderes. Como mi yo actual. El sol amarillo de la
Tierra no lo había tocado todavía. Pensé en la contraparte. La oscuridad. Y recordé a
Batman. También otro Batman. No Bruce Wayne. Sino su padre, Thomas. Vestido de
Caballero Oscuro. Me metí al mar y a lo lejos podía ver al Barón Brújula y
Czech Chic. Estaban besándose apasionadamente en la playa. Me vino la imagen de
Aquaman. También besándose… ¿con Wonder Woman? Luego una guerra sanguinaria que
enfrentaba Atlantis contra Themyscira. Y entonces cesaron las visiones. Pero
sabía muy adentro que faltaba algo. Una pieza del puzle para desvelarlo todo.
Cuando volví a la playa con Barón Brújula y Czech Chic, se encontraban un poco
sorprendidos ante una servilleta que un ente misterioso les dejaba. Los tachaban de “Guarros” por su exhibición amorosa pública. El Barón Brújula se encontraba ofendido mientras que
Czech Chic hacía alarde de querer más notas. El Barón expresaba su molestia
humildemente, confesando que era una persona tímida.
-¡Tú
tímido!- ironizaba Czech Chic a la vez que negaba con el dedo- ¡NOOOOOO!
Ellos
reían pero yo permanecía serio. Ya que me llegaba una epifanía nueva. No la que
esperaba. Pero igualmente importante. Era obvio para mí ahora que el Barón Brújula
era de los buenos. De Czech Chic seguía sin tenerlo claro. Pero una cosa era
evidente: alguien había tendido una trampa. Con el mero fin de desprestigiar su
imagen heroica. ¿Intencionada a mí o a él? No lo sé. Esa noche descubriría la
respuesta. Ya que quedaríamos con cuatro personajes más. Y uno de ellos, me
daría la respuesta. El Señor V llevaba dos metahumanas nuevas. Ambas de Francia. Ambas hermosas. Una de ellas
no hablaba español y otra trabajaba vendiendo productos para la piel. Llamé a
la primera Babe-L y a la segunda Sophie Aloe. Junto a ellas, llegaba el primo
del Señor V y un amigo andaluz del Barón Brújula. Al primero llamé el Capitán
Crepuscular puesto que pedía siempre la misma bebida. Anís y Brandy. Lo que se
denomina popularmente Sol y Sombra. Y lo que acabé llamado ocasos en honor al
Capitán Crepuscular. Al segundo llamé Super Sevillano por su origen y, especialmente,
por su conocimiento del mundo de superhéroes en general. A través de ellos
descubrí dos pistas que desembocarían en el conocimiento absoluto que buscaba. Empezó
todo con mi conversación con Super Sevillano. Me percaté que la mente de Cronos
Carpio archivaba todos los conocimientos que ya sabía. Pero también de otro
Universo llamado Marvel, contrario al mío, que se llama DC. Por lo visto, en la Tierra que me hallaba ahora, los superhéroes sólo existíamos en historietas, dibujos animados,
videojuegos y películas. Mientras divagábamos entre un superhéroe y otro me
vino la pieza que me faltaba en la playa. La que daba contexto a todas esas
visiones. La Paradoja Flashpoint.
Según
comprendí de mis propios recuerdos, el archienemigo de Flash, Eobard Thawne,
alias Profesor Zoom, alias El Flash Reverso, alteró la realidad dejando vivir a
la madre de mi tío Barry. Esto incitó todo lo que ya había visto. Un Superman
sin poderes, Batman padre, Aquaman y Wonder Woman en guerra, etc. Sin embargo, el final de estas historietas
concluía en el Nuevo Universo DC… donde yo había desaparecido y Barry Allen era el único Velocista. ¿Quién es
entonces el supervillano de mi historia personal? A estas alturas, creía que
podía ser cualquiera. Divagamos por horas. Borrachos de tantos ocasos bebidos. Sin un
plan concreto o dirección. Nos guiaba el Señor V. Y aparentemente a ningún sitio.
Contrario al Barón Brújula. Contrario a todos nosotros. Nos llevó hasta la costa donde desapareció él solo.
Dejándonos a perdidos y confundidos. De pronto vimos un barco con una discoteca. Y
entonces el Señor V reapareció para llevarse a todas las chicas. Nos aconsejó ir a otra
discoteca. Todos conocían una. Pero estaba muy lejos.
Aproveché
a hablar con el Capitán Crepuscular en el trayecto. Me contó todo sobre su
primo. Y eran cosas que ya había visto y en las que no había reparado. De todos
nosotros, parecía el único que estaba fuera de lugar. Aparte de ser vegetariano,
tampoco bebía alcohol. En un momento sólocreía que reforzaba mi premisa sobre
su bondad. Pero luego recordé que Hitler era vegetariano. Michael Corleone sólo bebía agua. ¿Puede ser él? Llevó cuatro mujeres. No cinco. Cuatro. Uno para
cada uno de nosotros. Los superhéroes. No hay mayor tortura que ofrecer algo
bueno y luego retirarlo justo cuando lo empiezas a saborear. La discoteca barco...
las mujeres… la pérdida de esperanza. La segunda discoteca daba el golpe final. Ninguno
de nosotros podía entrar. El Capitán Crepuscular no tenía dinero. Super Sevillano
tenía que trabajar el siguiente día. El Barón Brújula, el único de nosotros que
probó el néctar femenino ofrecido por el Señor V, se le veía desanimado. Y yo, el
hombre más rápido del mundo, no aproveché la oportunidad de colarme en la discoteca cuando me
lo propuso Super Sevillano. Estábamos hundidos. Sin poderes. Fatigados.
Carentes de Esperanza. Desconocidos. Borrados de la existencia. Todo gracias al
supervillano conocido como el Señor V. Fabricante del mundo sin héroes. La Maldad
Eterna de Flash-Point-Umbría. Quien me hizo saber que nunca fui real...
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