viernes, 28 de diciembre de 2012

LOS CÓDICES CONDENADOS: EL APOCALIPSIS




ESTELA TERCERA
21 de diciembre de 2012


Porque había llegado el katún de la repetición de los desastres. Había que buscar nuevos hogares. Porque cada katún exige el sacrificio de una vida.
                                                                                                           Profecías de Chilam Balam


Gloria preguntará la hora y serán justo las 12 de la noche. Las risas acabarán. Y estaremos reunidos los Nueve en Xibalbá. Uno de nosotros esculpirá nuestro retrato incompleto en la estela. Beberemos cubetas de cervezas una tras otra. Sin límite. Hugo las pedíría. Pero estaría claro que nunca nos iríamos de ahí. Puesto que el mundo llegaría a su fin. Y no habría sol para recordar la salvación. Eclipsado por un Gallo dorado en hielo. Donde olvidaremos la existencia. Y sembraremos la discordia en campos de extinción.



Me despertó mi madre a las 6 de la mañana. Y fui llamado a convocar el presagio. A través de la radio vociferado a los Comunicadores. Puesto que soy el Elegido. El Elegido del Final. Y nombré todas las profecías. El Calendario Maya, Nostradamus, la Alineación y demás. Interrumpido por el tiempo. Y mi mensaje parcial en oídos de todos aquellos que no deseaban saber que dejaron de ser. Y una entrevista que recorrió los quince minutos de fama. Donde me escondí en el anonimato. Ante el final que empezó a través de mi voz. Sentí el solsticio llegar sin un sol. Y cómo ya lo había grabado antes en mis recuerdos.



Estaré sentado el malecón de Flores. A la luz de la última luna. Hugo se irá a comprar más cebada dulce. Y yo con Luqui y Gloria esperaré con impaciencia. Hablarán entre ellas. No les dirigiré la palabra. Ni ellas a mí. Los niños estarán cansados y corriendo. Discreparé otro grupo. Y dos ángeles hermosas en sus círculo. Y mi amigo Cristo me introducirá en él. Hablaré con una y abrazaré a otra. Me invitarán a un concierto. Pero no me iré con ninguna. Puesto que serán la salvación. Y no desearé ser salvado.



Hugo me dijo que estaba muy cansado para ir a Tikal. Habiendo conducido su corcel de fuego durante eones. Y grabé entonces el sol del solsticio desde mi morada. El cielo se nubló poco después. La galaxia se alineó. Y mi cuerpo se sintió desalineado. Como si nunca formó parte de este mundo. Y cuyo final resultó agravarme hasta la médula. El planeta no murió. Sino se reforzó. Un Gran Mal se acopló a mí. Y un alienígena como simbionte adherido a mi ser. Crecía y crecía desde que nací. ¿He sido un parásito de la Nueva Era? ¿Estuvo exorcizándose el mundo de la maldad en sus últimos días? Yo, el Elegido del Final, ¿he sido sacrificado por los principios de la humanidad?


Saldremos del hostal con bebida en mano. Contemplaremos el suicidio de los insectos. Y estaremos sentados en el parque de Flores. Hugo, Gloria y Yo. Y aspiraremos con pulmones de Quetzalcoatl la sangre del chicle para compartir nuestras últimas risas. Chistes de Velorio. Para luego burlar la Muerte. Y delante de nosotros, un árbol navideño pagano. Aquel que cantará como Zaratustra al viento asfixiado. Donde los zancudos beberán mi sangre contaminada. Y llevarán mi alma al limbo espiritual. Puesto que mi cuerpo ya estará muerto. Y los zopilotes me seguirían desde San Benito. 


Hugo pasó por mí con Gloria en el asiento copiloto. No comí nada. Ni tenía hambre. Más bien sentía náusea. Asado en un calor como ninguno. Y decidí comerme el caldo. Pasado de generación en generación por los antepasados de Hugo. Hecho de la misma Tierra. Y sus entrañas he saboreado. Estómago por estómago. Y zanahoria, plátano y calabaza flotaban como las estrellas. Alienadas e incoherentes. Las que me dieron mi última visión. Y cómo nada sobrevivió desde mi última comida. La que recordé sólo en aquel momento. Y Yo, un muerto viviente, que había devorado la vida misma de antaño.



El alcohol me curaría. Limpiado mi sistema del Gran Mal. El Baktún 13 mezclado en mis venas con el antídoto de su propio final. El Gallo que sería bebido una y otra vez. Y el Conejo no podrá beber. Y el Murciélago no bebería hasta la noche. Puesto que el primero me salvará, el segundo se casará y el tercero nos guiará por las sombras. Y todos seremos fuertes. El Gallo por su muerte. El Conejo por su tolerancia. Y el Murciélago por no conocer el sol.


Me siento en el patio con los antepasados. La palmera anuncia su semicírculo. Incompleto e interrumpido. No hay nuevo ciclo. No hay Nueva Era. Me siento destrozado. A punto de morir por todas las enfermedades inventadas. Llega la Temporada del Final. Cosechadas en mi ser ahora mismo. Los gallos cantan sin parar. El Sol del Alineamiento vuelve locos a todos. El Frenesí del Cosmos. Encarnados en un pitoniso. Yo, el Elegido y poseído por el Apocalipsis. Quien hoy día os dice: ¡He aquí el principio! ¡El principio del Fin!  

   


No hay comentarios:

Publicar un comentario